Kafka, fenómenos corporales y del alma
viernes, febrero 28, 2014
"Es evidente que mi estado físico constituye un obstáculo fundamental para mi progreso. Con semejante cuerpo es imposible llegar a nada. Tendré que acostumbrarme a sus constantes renuncias. A causa de las últimas noches, llenas de arrebatados sueños, en las que apenas si he dormido a trechos, me he sentido esta mañana tan falto de coherencia; no sentía otra cosa que mi frente, veía un estado medianamente soportable, situado mucho más allá del actual, y me hubiera gustado acurrucarme sobre las losas de cemento del corredor, con las actas en la mano, de tan dispuesto como estaba a morir.
Mi cuerpo es demasiado largo para sus flaquezas, no tiene la menor cantidad de grasa para producir un calor beneficioso, para preservar el fuego interior, ninguna grasa de la que el espíritu pudiese alimentarse al margen de las necesidades diarias más indispensables, sin perjudicar el conjunto. ¿Cómo puede mi débil corazón, que a menudo me ha atormentado últimamente, impulsar la sangre a través de toda la extensión de estas piernas? Bastante trabajo debe tener para hacerla llegar hasta las rodillas, y luego ella se limita a irrigar las frías pantorrillas con una fuerza senil. Y he aquí que ahora vuelve a ser necesaria en la parte de arriba; uno espera que suba, pero ella se desperdicia allá abajo. La longitud del cuerpo hace que todo se desperdigue. ¿Qué rendimiento puede dar si —aunque fuese más compacto— tal vez no tendría fuerzas suficientes para lo que yo quiero conseguir?"
"Estoy inquieto y lleno de ponzoña. Ayer, antes de dormirme, tenía en la parte superior izquierda de la cabeza una llamita fría y trémula. Sobre mi ojo izquierdo, hay una tensión que ha adquirido ya carta de naturaleza."
"Para consolarme, me dije que, de hecho, había vuelto a reprimir la gran
agitación que hubo en mí; que sin embargo, no quería abandonarme,
como me había ocurrido siempre después de semejantes períodos, sino
que quería permanecer consciente de los últimos vestigios de aquella
agitación, lo que anteriormente no había hecho nunca. Tal vez así pudiera
hallar en mi interior una firmeza oculta."
"Si llego a los cuarenta años,
probablemente me casaré con una chica ya mayor, de dientes superiores salidos,
algo descubiertos por el labio de arriba. Los incisivos superiores de la señorita K.,
que estuvo en París y en Londres, se montan el uno sobre el otro, como unas
piernas que se cruzan levemente a la altura de las rodillas.
Pero difícilmente llegaré a los cuarenta;
así lo indica, por ejemplo, la tensión que se me pone a menudo en la mitad
izquierda del cráneo; la siento como una lepra interna que, si prescindo de
los aspectos desagradables y me limito a observar, me produce la misma
impresión que cuando veo la sección transversal del cráneo en los libros
escolares, o una disección casi indolora, en vivo, en la que el cuchillo, un
poco refrescante, cauto, que se detiene y retrocede a menudo, y que a veces
descansa, va cortando membranas finas como el papel muy cerca de
sectores del cerebro en plena actividad."
"Probablemente estoy enfermo; desde ayer me escuece todo el cuerpo.
Por la tarde, tenía una cara tan caliente y de tantos colores distintos, que
mientras me cortaban el pelo, temí que el oficial, que podía verme
continuamente a mí y a mi imagen reflejada en el espejo, descubriese en
mí una grave enfermedad. También la relación entre estómago y boca ha
quedado parcialmente destruida; una tapa del tamaño de una moneda de
florín me sube o me baja, o se me queda abajo e irradia unos efectos
ligeramente opresivos, que se propagan, que se extienden por el pecho
en su superficie."
"Volví a demostrar el final desgraciado que tienen todas las cosas que
emprendo yo solo.
Pero, aunque por lo general me uno indisolublemente a esta desgracia,
y atraigo hacia mí, desde arriba y desde abajo, a todas las desdichas
anteriores y posteriores, esta vez estaba casi totalmente al margen, lo
soporté todo muy fácilmente, como algo único, e incluso, por primera
vez en el teatro, sentí que mi cabeza era una cabeza de espectador, que
se erguía de la oscuridad concentrada de la butaca y del cuerpo hacia
una luz especial, independientemente del pésimo estímulo que significaba
aquella obra y aquella representación.
Anoche tendí ambas manos a la vez a mis dos cuñadas en la Mariengasse,
con tanta destreza como si hubiesen sido dos manos derechas y yo una
persona doble.
A mi jefe, cuando trata conmigo asuntos de la oficina (hoy el archivador),
no puedo mirarle mucho rato a los ojos sin que, contra mi voluntad,
aparezca mi mirada una leve amargura, que desvía su vista o la mía.
Su mirada, de un modo más pasajero pero más frecuente, porque él no
es consciente del motivo, cede al impulso de desviarse hacia otra parte,
aunque inmediatamente él hace que vuelva a dirigirse a mí, porque
considera el conjunto como una simple fatiga momentánea de sus ojos.
Yo me defiendo contra ello con mayor energía, acelero por tanto el
desplazamiento en zigzag de mi vista, la deslizo preferentemente a lo
largo de su nariz y hacia las sombras de sus mejillas; mantengo a
menudo el rostro vuelto hacia él sólo con ayuda de mis dientes y de la
lengua en la boca cerrada; si no hay otro remedio, bajo realmente los ojos,
pero nunca más abajo de su corbata; sin embargo, mi mirada adquiere
inmediatamente toda su plenitud, cuando él desvía los ojos y yo le sigo
con precisión y sin consideración."
"La felicidad posible se pierde cada vez más en lo imposible;
llevo un horrible sucedáneo de vida,
y soy lo bastante cobarde y miserable para seguir únicamente a Shaw en
el hecho de haber leído el citado fragmento a mis padres. ¡Cómo centellea
ante mis ojos esta vida posible, con colores acerados, con tensas barras
de acero y una etérea oscuridad entre ellas!"
"Superstición: beber en un vaso defectuoso es una forma de que los malos espíritus tengan acceso en las personas."
"Al propio tiempo,
la sensación de tener en medio del cuerpo un ovillo que se enrolla rápidamente
con innumerables hilos que vienen de la superficie de mi cuerpo."
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