Henry Miller sabía que había nacido de pie sin esfuerzo

sábado, febrero 22, 2014


"Días así parecían realmente detener la rueda. En la superficie todo era alegría y despreocupación; el tiempo pasaba como un sueño pegajoso. Pero por debajo era fatalista, premonitorio, me dejaba el día siguiente en un estado de inquietud mórbida. Sabía perfectamente que algún día tenía que cortar; sabía perfectamente que estaba perdiendo el tiempo. Pero también sabía que no podía hacer nada... todavía. Tenía que ocurrir algo, algo grande, algo que me hiciera perder la cabeza. Lo único que necesitaba era un empujón, pero tenía que ser una fuerza exterior a mi mundo la que pudiese darme el empujón oportuno, de eso estaba seguro. No podía reconcomerme, porque eso no iba con mi naturaleza. En mi vida todo había salido bien... al final. No estaba destinado a esforzarme. Había que dejar algo en manos de la Providencia: en mi caso, mucho. A pesar de las manifestaciones exteriores de infortunio y desgobierno, sabía que había nacido de pie. La situación exterior era mala, de acuerdo... pero lo que más me preocupaba era la situación interior. Tenía realmente miedo de mí mismo, de mi apetito, mi curiosidad, mi flexibilidad, mi afabilidad, mi capacidad de adaptación. Ninguna situación en sí misma podía asustarme: sin saber cómo, siempre me veía en buena posición, sentado dentro de un ranúnculo, por decirlo así, y chupando la miel. Aunque me metieran en la cárcel, tenía el presentimiento de que lo pasaría bien.

Supongo que era porque sabía no resistir. Otra gente se agotaba luchando, esforzándose y afanándose; mi estrategia consistía en flotar con la corriente. Lo que la gente me hacía a mí casi no me preocupaba tanto como lo que hacían a otros o a sí mismos. Me sentía tan cojonudamente bien por dentro, que tenía que cargar con los problemas del mundo. Y por eso es por lo que siempre me encontraba en un lío. No estaba sincronizado con mi propio destino, por decirlo así."

"¿Por qué cojones ha de importarme lo que cuesta una cosa? Estoy aquí para vivir, no para calcular. Y eso es precisamente lo que los cabrones no quieren que hagas: ¡vivir! Quieren que te pases la vida sumando cifras. Eso tiene sentido para ellos. Eso es razonable. Eso es inteligente. Si yo estuviera al timón, tal vez las cosas no estuviesen tan ordenadas, pero todo sería más alegre, ¡qué hostia! No habría que cagarse en los pantalones por nimiedades. Quizá no hubiera calles pavimentadas ni cachivaches de miles de millones de variedades, tal vez no hubiese siquiera cristales en las ventanas, puede que hubiera que dormir en el suelo, quizá no hubiese cocina francesa ni cocina italiana ni cocina china, tal vez las personas se mataran unas a otras cuando se les acabase la paciencia y puede que nadie se lo impidiera porque no habría ni cárceles ni polis ni jueces, y por supuesto no habría ministros ni legislaturas porque no habría leyes de los cojones que obedecer o desobedecer, y quizá se tardara meses y años en ir de un lugar a otro, pero no se necesitaría un visado ni un pasaporte ni un carnet de identidad porque no estaría uno registrado en ninguna parte ni llevaría un número y, si quisieses cambiar de nombre cada semana, podrías hacerlo, porque daría lo mismo, dado que no poseerías nada que no pudieras llevar contigo y, ¿para qué ibas a querer poseer nada, si todo sería gratuito."

"Cuando pienso en los esfuerzos titánicos que hice para canalizar la lava caliente que bullía dentro de mí, los esfuerzos repetidos mil veces para colocar el embudo en su sitio y captar una palabra, una frase, pienso inevitablemente en los hombres de la antigua edad de piedra. Cien mil, doscientos mil años, trescientos mil años para llegar a la idea del paleolítico. Una lucha quimérica, porque no soñaban con una cosa como el paleolítico. Llegó sin esfuerzo, en un segundo, un milagro podríamos decir, excepto que todo lo que ocurre es milagroso. Las cosas ocurren o no ocurren, y nada más. Nada se realiza mediante el sudor y los esfuerzos. Casi todo lo que llamamos vida es simplemente insomnio, una agonía porque hemos perdido la costumbre de quedarnos dormidos. No sabemos dejarnos llevar. Somos como un muñeco de una caja de sorpresas colocado sobre un resorte y cuanto más esfuerzos hacemos más difícil es volver a la caja."

Henry Miller

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