"Es que esto no era, ni remotamente, el único placer que tenía. En su cuarto había una mesa escritorio americana de la mejor clase, tal como su padre la había deseado desde hacía años, tratando de comprarla en las más diversas subastas por un precio que le resultara accesible, y sin que, con sus exiguos recursos, lo consiguiera jamás. Naturalmente no era posible...
"Y lentamente, sumido en tales pensamientos, fue hacia el fogonero,
le sacó la mano derecha del cinturón y la mantuvo, jugando, con la suya.
–¿Por qué no dices nada? –preguntó–. ¿Por qué toleras esto?
El fogonero sólo frunció el ceño, como si buscara la expresión adecuada para lo que tenía que decir. Por toda respuesta, bajó la mirada hacia la mano de Karl y la suya.
–Has sido víctima de una injusticia como ningún otro del barco; de esto no me cabe la menor duda.
Y Karl hacía pasar sus dedos, una y otra vez, por entre los del fogonero,
y éste miraba en torno suyo con los ojos brillantes,
como si experimentase un gozo que a pesar de todo,
nadie tenía el derecho de tomarlo a mal.
–Pero debes defenderte, decir sí o no; pues de otra manera
la gente no tendrá ninguna idea de la verdad.
Tienes que prometerme que me obedecerás,
pues yo mismo (sobrados motivos tengo para temerlo) ya no podré ayudarte en nada.
–Y entonces Karl lloró, besando la mano del fogonero,
y cogió esa mano agrietada, casi sin vida, y la apretó contra su mejilla
como si fuese un tesoro al que era necesario renunciar.
Pero ya se hallaba junto a él su tío el senador y, si bien forzándolo sólo muy suavemente, lo quitó de allí.
–El fogonero parece haberte hechizado
–dijo mirando por encima de la cabeza de Karl, lleno de comprensión, hacia el capitán–. Te sentías abandonado, encontraste al fogonero y ahora sientes gratitud para con él: esto es muy loable. Pero, aunque sólo sea por mí, no extremes estas cosas y aprende a comprender tu posición.
Delante de la puerta prodújose un tumulto, oyéronse exclamaciones y hasta parecía que alguien fuera brutalmente empujado contra la puerta.
Entró un marinero de aspecto un tanto salvaje
que tenía puesto un delantal de muchacha."
Kafka
"Así hizo notar el que hubiera apuntado en su libreta, por si eventualmente las necesitara en el momento dado, las señas personales más destacadas de Karl, mencionadas en la carta de la cocinera. Ahora bien, durante la charla insoportable del fogonero él había sacado su libreta con el único fin de distraerse, y había tratado de relacionar, en una especie de juego, las...
Kafka
Kafka "algunos errores se deslizaron en tu discurso, es decir, no todo ha sucedido así en la realidad."
jueves, mayo 29, 2014"Pero aun aparte de eso,
algunos errores se deslizaron en tu discurso,
es decir, no todo ha sucedido así en la realidad.
Pero, verdaderamente, no es posible que desde aquí juzgues las cosas a la perfección, y creo además que
no traerá grandes perjuicios el que los señores hayan sido informados un tanto inexactamente acerca de los pormenores de un asunto
que, en verdad, no puede importarles gran cosa."
Kafka
"Karl, sin embargo, no abrigaba afecto hacia aquella muchacha.
En el hacinamiento de los hechos de su pasado, que iba alejándose más y más con el correr de los días, permanecía ella sentada en su cocina, junto al aparador sobre cuya tabla apoyaba los codos.
Lo miraba cuando, de tiempo en tiempo, iba él a la cocina con el objeto de buscarle a su padre un vaso para beber agua, o a fin de llevar un recado de la madre. A veces,
en esa actitud complicada, a un costado del aparador, escribía ella una carta, y buscaba sus inspiraciones en el rostro de Karl.
A veces tenía los ojos cubiertos con una mano;
ninguna palabra que le dirigiera llegaba entonces hasta ella.
Otras veces permanecía arrodillada
en su estrecho cuartito pegado a la cocina y dirigía sus rezos a un crucifijo de madera;
Karl la observaba entonces con timidez,
sólo al pasar, por la rendija de su puerta un poco entreabierta.
A veces corría y saltaba por la cocina y, con risa de bruja, retrocedía de pronto sobresaltada si Karl le interceptaba el paso. A veces cerraba la puerta de la cocina después de haber entrado Karl y retenía el picaporte en la mano hasta que él pedía salir. A veces iba y traía cosas que él ni siquiera deseaba, y sin decir palabra
se las ponía en las manos.
Y cierta vez dijo: «Karl», y lo condujo, entre muecas y suspirando, en medio de su asombro por tan inesperada manera de apostrofarlo, a su cuartito, que cerró con llave.
Estrangulándolo, se colgó de su cuello en un abrazo,
y mientras le rogaba que la desnudase,
en realidad lo desnudó a él y lo acostó en su cama,
como si a partir de ese momento ya no quisiera dejárselo a nadie
y sólo anhelase acariciarlo y cuidarlo hasta el fin del mundo.
–¡Karl, oh Karl mío! –exclamó
como si lo viese y se confirmase a sí misma su posesión,
mientras que él no veía absolutamente nada, sintiéndose incómodo entre tantas sábanas y almohadas calientes que ella parecía haber amontonado expresamente para él.
Luego se acostó también ella a su lado;
quería saber de él quién sabe qué secretos,
pero él no tenía ninguno que contarle
y ella se disgustaba, en broma o en serio; lo sacudía, auscultaba el latido de su corazón, y ofrecía su pecho para una auscultación similar,
pero no consiguió inducir a Karl a que lo hiciera;
apretó su vientre desnudo contra el cuerpo del muchacho
y buscó tan asquerosamente con la mano entre sus piernas
que Karl, agitándose, trataba de sacar la cabeza y el cuello fuera de las almohadas; empujó luego el vientre algunas veces contra él, que se sintió invadido por la sensación de que ella formaba parte de su propio ser, y quizá fue ése el motivo del
tremendo desamparo que entonces le embargó.
Llorando se llegó finalmente a su propia cama, después de haber escuchado los repetidos deseos que ella manifestó de que volvieran a verse."
Kafka
"–Mi querido sobrino ha sido
(pronunciemos sin temor la palabra que define realmente este asunto),
ha sido eliminado por sus padres,
tal como se echa por la puerta a un gato molesto. De ninguna manera quiero yo cohonestar lo que mi sobrino ha hecho para ser así castigado, pero su falta es tal, que el sólo nombrarlo ya contiene excusa suficiente.
«Esto no está nada mal –pensó Karl–, pero no quisiera que lo contase todo. Por otra parte, ni puede saberlo. ¿Cómo habría de saberlo?»
–Es el caso –continuó el tío apoyándose con ligeras inclinaciones de vaivén sobre el bastoncillo de bambú que usaba como una estaca delante de sí, con lo cual lograba realmente quitar al asunto toda innecesaria solemnidad que de otra manera, indefectiblemente, hubiese tenido–; es el caso que
fue seducido por una sirvienta,
Johanna Brummer, mujer de unos treinta y cinco años. Con el término «seducido», no quiero mortificar a mi sobrino, de ninguna manera; pero es difícil hallar otra palabra igualmente adecuada."
"ya que Karl había querido hacer un secreto extraordinario de ese asunto que se tornaba ya tan notorio."
"–Ahora bien, esta Brummer –prosiguió el tío– tuvo un hijo de mi sobrino, un niño sano y fuerte que en el bautismo recibió el nombre de Jakob,
sin duda en recuerdo de mi poco importante persona que aun a través de las menciones, seguramente harto accidentales de mi sobrino, debe de haber hecho gran impresión en la muchacha. Por suerte, digo yo. Los padres, con el fin de evitar la prestación de alimentos o algún otro escándalo que pudiera llegar a tocarles de cerca –debo destacar que no conozco ni las leyes allí vigentes ni las demás condiciones de los padres–; digo, pues, que para evitar la prestación de alimentos y el escándalo, despacharon a su hijo, mi querido sobrino, a América, equipado en forma irresponsablemente insuficiente como bien puede apreciarse.
El muchacho, abandonado a sus propios medios,
sin que mediaran las señales y milagros que aún sobreviven en América,
seguramente hubiera sucumbido en seguida en alguna calleja"
Kafka
"–Este hombre es un querellador conocido
–dijo a modo de explicación–, se le ve en la caja con mayor frecuencia que en la sala de máquinas. A Schubal, ese hombre tan tranquilo, lo ha llevado hasta la desesperación más completa. ¡Oiga usted! –dijo dirigiéndose al fogonero–, realmente ya va usted demasiado lejos en su impertinencia.
¡Cuántas veces se le ha echado a usted de las oficinas de pago, tal como usted lo merece, con sus exigencias por completo injustificadas, injustificadas enteramente y sin excepción!
¡Cuántas veces se ha venido usted corriendo de allí a la caja principal! ¡Cuántas veces se le ha dicho a usted, por las buenas, que Schubal es su superior inmediato con el cual únicamente debe usted entenderse, y en calidad de subordinado!
Y ahora, para colmo, aparece usted aquí estando presente el señor capitán, y no tiene vergüenza de molestarlo; ¡a él en persona!, ¡y no le da vergüenza tampoco traer como portavoz enseñado de sus disparatadas acusaciones a este chico, al que, por otra parte, veo por primera vez a bordo!"
"Ahora bien; acaso podía suponerse todavía que la confrontación del fogonero con Schubal no dejaría de causar a los hombres idéntica impresión a la que les causaría el comparecer ante un foro superior, pues aunque Schubal
conociese a fondo el arte del disimulo,
no debía poder, en verdad, mantenerse firme hasta el final.
Un breve destello de su malicia
podría bastar para ponerla en evidencia ante los señores, y de ello ya se ocuparía Karl; porque ya conocía sobre poco más o menos la agudeza, las debilidades, los caprichos de cada uno de los hombres;"
en ese sentido no estaba perdido el tiempo que hasta ese momento había pasado él allí. ¡Con tal que el fogonero estuviese más a tono! Pero parecía ya fuera de combate, completamente inepto para la lucha.
Si alguien le hubiese acercado a ese Schubal,
seguramente hubiera podido abrirle, a puñetazos, el odiado cráneo.
Pero probablemente ya no estaba en condiciones de dar siquiera los pocos pasos que de aquél lo separaban. ¿Por qué no había previsto Karl lo que era tan fácil de prever: que Schubal finalmente tendría que venir, o bien por su propia decisión o, si no, llamado por el capitán? ¿Por qué, al venir,
no había discutido con el fogonero un plan de guerra preciso,
en vez de entrar tal como lo habían hecho en realidad, con una funesta falta de preparación, allí donde había una puerta? En resumen, ¿estaba todavía en condiciones de hablar el fogonero, de decir sí o no, tal como sería necesario en un careo, que por cierto sólo podía esperarse en el caso más favorable?
Allí estaba de pie, esparrancado, inseguras las rodillas, la cabeza ligeramente levantada, y el aire entraba y salía por su boca abierta como si en su interior ya no hubiese pulmones que lo asimilaran.
Karl por su parte, eso sí, se sentía tan vigoroso y tan en sus cabales como quizá nunca lo había estado en su casa.
¡Si pudieran ver sus padres cómo él, en tierra extraña y ante personalidades de prestigio,
luchaba por la buena causa y, aunque aún no hubiese obtenido la victoria, se aprestaba de todos modos, plenamente, para la última conquista!
¿Volverían a considerar la opinión que sobre él tenían? ¿Lo sentarían entre ellos, lo elogiarían? ¿Lo mirarían una vez, una vez siquiera, a sus ojos que seguían siéndoles tan leales? ¡Preguntas de difícil respuesta, y momento tan impropio de formularlas!"
Kafka
A un jardinero le gustaba tanto los árboles que cada día que hacía una tarea en el jardín se cortaba un dedo con la sierra eléctrica. No me dejó de extrañar su excesivo fanatismo. Le llevó hasta tal punto que viendo lo bonitos que habían quedado los árboles empezó, cada día un poco, a podarse los brazos. Se miraba en el cuarto de...
Pensé con buena fe y actué, al igual que mi semejante, sin saberlo, con mala. . ...
"A ese amigo tuyo lo conozco muy bien. Es el hijo que yo habría querido. Por eso mismo lo has engañado, año tras año. ¡Por qué si no! ¿Crees que no he llorado por él? Por eso te encierras en tu escritorio, nadie puede pasar, el Jefe está ocupado... sólo para escribir falsas cartas a Rusia. Pero por suerte nadie tiene que enseñarle...
"–No tienes ningún amigo en San Petersburgo. Siempre has sido un bromista, y también conmigo has querido bromear. ¿Cómo podrías realmente tener allá un amigo? Eso es increíble." "–¡Farsante! No pudo dejar de gritar Georg; de inmediato comprendió su error, y se mordió la lengua, con los ojos desorbitados de dolor, hasta sentir que le flaqueaban las piernas pero ya era demasiado tarde....
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Un señor que se disolvía en su asiento dejaba su excelente butaca ocupada entre obra de teatro y obra de teatro. By Carlos del Puente
martes, mayo 27, 2014 Un señor que se disolvía en su asiento dejaba su excelente butaca ocupada entre obra de teatro y obra de teatro. Así se ahorraba el tiempo de ir y venir y el tiempo de trabajo. No se conoce con mucha seguridad la causa del fenómeno. Así que mantengámonos en los diluyentes hechos. Muy cierto es, según confirman los espectadores, que el cuerpo del...
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Las obras perfectas no pueden ser apreciadas, de obras perfectas se considera, al fin, capaz todo el mundo
martes, mayo 27, 2014 "Es una obra perfecta, pero las obras perfectas no pueden ser apreciadas, de obras perfectas se considera, al fin, capaz todo el mundo; para realizar obras perfectas no parece necesaria ninguna clase de valor. Y mientras Curtiss trabaja solo allá sobre los bosques, mientras su mujer, tan conocida por todos, se preocupa por él, la multitud casi lo ha olvidado. Sólo se oye...
"–¡Qué pequeño! –exclama en francés un coro de voces suspirantes. ¿Qué pasa? Nos abrimos paso. En el campo hay un pequeño aeroplano amarillento muy cerca de nosotros: lo están preparando para volar. Ahora vemos también el hangar de Blériot y, al lado, el de su discípulo Leblanc; ambos se hallan emplazados dentro del mismo campo. Apoyado en una de las alas del aparato...
Con esos andares de hombre seguro hablaba con su móvil con su sombra larga de una mañana recién estrenada. Camisa celeste, pantalones grises, zapatos de tranquilidad plana, el codo levantado excesivamente hacia fuera con gesto orgulloso de estar resolviendo asuntos de suma importancia. Un perrito tremendamente diminuto hacía, detrás de él, una muy pequeña sombra; iba muy bien callado con pasos sin zapatos...
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Las casas dudosas son aquellas que no tienen hogar. By Carlos del Puente
martes, mayo 27, 2014 Las casas dudosas son aquellas que no tienen hogar. Sí, saben bien que dentro no tienen familia; en todo caso a ella la dejan fuera. Cuando se celebra la Navidad o un cumpleaños; cuando hay visitas, cuando duermen los dueños tranquilos en su cama, cuando toman el rico y calentito desayuno... siempre la dejan fuera; y se contentan con mirar su interior -lo...
"Todas las expectativas son falsas,
todos los recuerdos
de Italia se mezclan de alguna manera, se confunden,
no se puede confiar en ellos."
"en el que se pasa por alto nuestra malignidad, como si no existiera;"
"Una suciedad que, en fin, está allí
y de la que no se vuelve a hablar;
una suciedad que ya no se transforma, que se ha vuelto vernácula,
que en cierto sentido hace más sólida y terrestre la vida humana;"
"a decir verdad, ¿quién podría tener aún algo contra esta suciedad?"
"Yo estoy en una plataforma,
apretado contra un gigante de pie con las piernas abiertas
sobre los topes de dos vagones, en medio de una lluvia de hollín
y polvo que cae de los techos endebles de los vagones sacudidos.
Dos veces nos detenemos para esperar que pase el tren en sentido contrario,
con tanta paciencia y tanto tiempo
que parecería estar esperando un encuentro casual."
Kafka
Sabía perfectamente que su cara a su perfecto cuerpo no le favorecía pues constataba que se peleaban. Se ponía otra cara cada mañana delante del espejo; una distinta cada día: una adecuada al trabajo, a la calle, a las compras -diferente para la comida o para la ropa-, a la misa, a la que se quedaba en casa, y tantos etcéteras como caras...
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lunes, mayo 26, 2014 Un señor muy inseguro se tocaba el cuerpo para ver si estaba. Con unos gestos repetitivos y bien sincronizados pasaba sus dedos por caderas, culo, codo, frente y boca, a veces, el pecho, sus partes inseguras, sus pestañas -de las cuáles alguna vez una arrancaba, hasta que incluso algún día estuvo con párpados calvos. Se miraba en el espejo del aire la imagen...
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Sólo opinaba que los libros son útiles en todo sentido y sobre todo donde no se lo espera.
lunes, mayo 26, 2014 "ahora sólo hablaba en el vacío, en contra o en favor suyo. Por eso dijo: –Hablamos de cosas diferentes, pues usted no ha entendido lo que yo quería decir. –¡Por favor, por favor! –dijo el señor. –Da igual, no es tan importante –dijo Raban, sólo opinaba que los libros son útiles en todo sentido y sobre todo donde no se lo espera. Cuando...
"Entonces se vio a una esbelta dama, cuya cara titilaba como la luz de las estrellas y cuyo sombrero plano estaba cargado de cosas irreconocibles hasta los bordes; a todos los que pasaba les parecía, sin duda, tan extraña como es una ley. Y un joven de fino bastón pasaba deprisa; la mano izquierda, como si estuviera impedida, yacía plana contra el pecho."...
"II Aún temblaba un poco la escalerilla del coche cuando Raban bajó por ella. La lluvia le golpeó el rostro, que venía del calor del vagón, y cerró los ojos. Llovía ruidosamente sobre el techo de zinc del edificio de la estación, pero en el ancho campo la lluvia caía de tal manera que se creía oír soplar el viento. Un niño descalzo...
"Todos los que me quieren torturar"
"Y yo puedo, como resultará natural, permanecer débil y estar callado
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"¿Y además no puedo hacerlo como lo hacía de niño en asuntos peligrosos?
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"Tampoco es excitación cuando tropieza en las escaleras,
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"Los cocheros y los peatones son tímidos y cada paso que
quieren avanzar lo solicitan de mí,
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"Sí, la gran figura de un escarabajo.
Me coloco las patitas contra mi panzudo cuerpo.
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que son órdenes para mi triste cuerpo
encorvado que apenas si está conmigo.
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se inclina, se va fugazmente
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mientras yo descanso."
"A lo mejor creen que me precipito sobre la gente"
"Entre ellos había unos quioscos en los que unas niñas servían limonadas;
pesados relojes de calle sobre finas barras;
hombres que llevaban en pecho y espalda grandes cartelones en los que había anunciados entretenimientos con letras multicolores;
criados...
toda una pequeña sociedad."
"Y su boca es tan grande y su labio inferior sobresale sin duda
por aquí;
sí, ahora me acuerdo también de eso.
¡Y el vestido!"
"En el coche había un niño de rodillas sobre un banco y apretaba las puntas de los dedos de ambas manos contra los labios,"
Kafka
Dostoyevski
De esos que anduvieron conmo forajidos sin parar noche y día por caminos, montes, bosques, ríos y montañas; hombres a la fuga
domingo, mayo 25, 2014 "A menudo no encuentra el vagabundo un pedazo de pan que llevarse a la boca, tiene que ocultarse, se ve obligado a robar y, a veces, perseguido, a asesinar también. «El deportado es un niño que se precipita sobre todo lo que ve», se dice en Siberia. Pero este dicho puede y debe aplicarse en toda su extensión al vagabundo. Casi todos son...
"Mi compañero sacó una navaja, la abrió pensativo y, como jugando, se la hundió en el brazo izquierdo; pero no volvió a sacarla. La sangre corrió en el acto. Sus redondas mejillas estaban pálidas. Retiré entonces el cuchillo, corté con él las mangas del abrigo y de la chaqueta y rasgué la camisa. Corrí un trecho buscando ayuda. Todo el ramaje se veía...
"Al anochecer, nadie que viva solo es responsable."
Kafka
Kafka
La tumba con su cadáver del Arco del Triunfo de París mira desde su Gran Ojo abierto el panóptico de las calles que salen de él
domingo, mayo 25, 2014 "¿Y que existe allí un panóptico muy concurrido, en que sólo hay árboles y tablillas con los nombres de los más célebres héroes, delincuentes y amantes? "Y después todavía esta noticia, seguramente falsa ¿no es verdad de que las calles de París se ramifican de pronto, inquietas?. ¿Que no siempre todo está en orden?" Kafka ...
"Extendí los brazos y tomé un grueso racimo de uvas de una fuente sostenida por un alado efebo de bronce, lo levanté un poco y luego lo deposité en un platillo de borde azul. Con movimiento tal vez no exento de elegancia, se lo alcancé a la joven. –No me impresiona en absoluto –dijo ella; todo lo que usted dice es tedioso e...
"–¡Qué días debo soportar! ¿Por qué estará todo tan mal construido? Altas casas se derrumban a veces sin que se pueda encontrar un motivo visible. Trepo después por los montones de escombros y pregunto a todo el que encuentro: ¿Cómo ha podido ocurrir esto? ¡Una casa nueva! ¡En nuestra ciudad! ¿Cuántas van ya? Imagínese. Y nadie puede responderme. A menudo se desploma alguien...
"Me levanté, di un gran paso hacia delante y lo sujeté con fuerza. –Buenas noches –dije, y agarrándolo por el cuello lo empujé por la escalinata hacia la plaza iluminada. Cuando llegamos abajo se volvió, mientras yo seguía sujetándolo por detrás, de manera que ahora estábamos pecho contra pecho. –¡Suélteme! –dijo, no sé qué sospecha, pero soy inocente. –Y luego repitió: –No sé...
De los arbustos de la otra orilla surgieron vigorosamente cuatro hombres desnudos que llevaban sobre los hombros un palanquín de madera. En él iba sentado con las piernas cruzadas un hombre extraordinariamente gordo. Aunque era conducido a través del matorral, no apartaba las ramas espinosas, sino que las desviaba tranquilamente con su cuerpo inmóvil. Sus masas de grasa estaban extendidas con tanto cuidado...
"Pero más tarde, cuando el camino amenazó escurrírseme bajo los pies, y el contorno todo, agotado como yo, comenzaba a desvanecerse, me apresuré a trepar en un supremo esfuerzo por el muro, sobre el lado derecho de la calle. Quería llegar a tiempo al alto y enmarañado pinar y pasar la noche que seguramente se avecinaba. Corría prisa. Las estrellas se oscurecían ya...
"Tomando impulso salté sobre los hombros de mi compañero como si no fuera la primera vez y, hundiéndole los puños en las costillas, lo hice trotar. Cuando aminoró la marcha con visibles muestras de desagrado, llegando hasta a detenerse, le clavé las botas en el vientre para espolearlo. Dio buen resultado y rápidamente llegamos al interior de una región extensa pero inconclusa. Cabalgaba...
"Para mí ahora una tercera posibilidad de aniquilamiento. No era forzoso dejarme apuñalar, no era forzoso huir;" Kafka ...
"... cuando se inclinó sobre mí
–inclinaba solamente el cuello, como una hiena–
y me acarició blandamente."
Kafka
"Levantó el brazo derecho, agitó la mano y se puso a escuchar el tintineo de sus gemelos. Ahora llegaba evidentemente el asesinato. Permaneceré pegado a él; levantará el puñal, cuya empuñadura ya sujeta en el bolsillo, y lo dirigirá contra mi. No es probable que se asombre de lo fácil que resulta todo, pero a lo mejor sí, no se puede saber. No...
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¿Cómo se le habla a una frente escondida en una oreja? By Carlos del Puente
sábado, mayo 24, 2014 ¿Cómo se le habla a una frente escondida en una oreja? Se le habla despacito desde la oreja opuesta a la que está escondida -por leve precaución: porque no se suele estar muy seguro de su reacción. Procúrese hablar articulando despacio, dejando un segundo entre fonema y fonema. Dicha medida debe ser tomada para dar tiempo a que las palabras encuentren el camino...
Sin frente iba una esplendida calva sentada en un banco. Iba la calva tan grande y contenta sobre esa pequeña cabeza que me encontré con grandes dificultades para hallar su sumisa y pequeña frente. La toqué con los dedos y no me daba tacto. Tengo incluso que decir que me paré delante de ella muy en seco para humildemente mirarla. Se encogía de...
"55. Todo es falso: poseer el mínimo de ilusiones, quedarse en el término medio, procurar el máximo. En el primer caso se engaña al bien pretendiendo hacer la conquista en forma demasiado fácil, y al mal, al que se le propone condiciones de lucha demasiado desfavorables. En el segundo caso se engaña al bien porque se demuestra no aspirar a él aunque fuera...
"Todos los penados aseguran que las varas son peores que el látigo. -Las varas queman más y hacen sufrir incomparablemente más -dicen ellos. Que torturan más es evidente, porque irritan y obran sobre el sistema nervioso, que sobreexcitan extraordinariamente. No sé si existen ya (no hace mucho tiempo eran numerosos) algunos de aquellos señores para quienes el apalear a una víctima constituía un...
Dostoyevski
"No soy yo el que te castiga, sino la ley." "un verdadero sibarita en materia de suplicios"
martes, mayo 20, 2014"Conocí al lugarteniente Cherebiátnikov durante mi primera permanencia en el hospital, por medio, naturalmente, de las conversaciones que oía a los reclusos. Le vi más tarde una vez que mandaba la fuerza destacada en el penal. Tenía treinta años, era de elevada estatura, grueso y corpulento, de rostro encendido y labios salientes. Sus dientes eran blanquísimos y su sonrisa horrible como la de Nosdriev. Al verle se adivinaba en seguida que era un hombre incapaz de reflexionar. Cuando era designado para dirigir la ejecución de una sentencia de apaleamiento o flagelación, gozaba lo indecible, con loca pasión. Justo es hacer constar que los demás oficiales tenían a Cherebiátnikov por un monstruo y que los forzados eran de la misma opinión. Hubo un tiempo, no tan lejano que haya podido ser olvidado, en que ciertos ejecutores de la Justicia estaban enamorados de su horrible profesión. Generalmente, los que presidían las ejecuciones, hacíanlo tranquilamente, sin enardecerse.
Mas el oficial a quien me vengo refiriendo, era una excepción, un verdadero sibarita en materia de suplicios. Era apasionadísimo por su arte, lo amaba por sí mismo.
Cual corrompido patricio de la Roma imperial, pedía a este arte cierto refinamiento, ciertos placeres contra naturaleza, para excitar sus sentidos y experimentar nuevas sensaciones.
Llevan un penado a sufrir el castigo que le ha sido impuesto: el oficial de servicio es Cherebiátnikov. La sola vista de la larga fila de soldados armados de gruesas varas le enajena de placer. Les pasa revista con aire satisfecho y les exhorta a todos y a cada uno a cumplir a conciencia con su deber, pues de lo contrario… los soldados ya saben lo que significa este modo adverbial. Adelanta el reo. Si no es conocido aún de Cherebiátnikov, le hace éste objeto de sus sangrientas burlas, en lo cual experimenta un vivísimo placer.
Todo condenado, cuando ha sido despojado de sus ropas, de cintura para arriba,
y conducido a presencia del oficial, atado a la culata de un fusil, para recorrer así la calle verde, esto es, la fila de soldados armados de varas, suplica con voz débil y lastimera al oficial ejecutor que dulcifique en cuanto sea posible la sentencia y no emplee una severidad superflua.
-Vuestra Nobleza -le dice- es bueno, le suplico que tenga compasión de mí. Toda mi vida rogaré a Dios por Vuestra Nobleza... no me mate... sea compasivo…
Cherebiátnikov, que espera precisamente esto, suspende la ejecución y entabla un diálogo con el reo, empleando un acento conmovedor y sentimental:
-Pero, amigo mío -le dice-, ¿qué quieres que yo le haga?
No soy yo el que te castiga, sino la ley.
-Vuestra Nobleza puede hacer todo lo que quiera en estos casos. ¡Tenga piedad de mí…!
-¿Pero crees tú que yo no te compadezco? ¿Supones que disfruto yo viendo cómo te apalean? ¡Yo también soy hombre, caramba!
-Ciertamente, Nobleza. Ya se sabe que los señores oficiales son para nosotros como padres, que nos miran como a sus hijos... ¡Sea para mí un padre, Nobleza! -exclama el desventurado reo, entreviendo una probabilidad de substraerse al castigo.
-Así, pues, amigo mío, juzga por ti mismo, ya que Dios te ha dado un cerebro para reflexionar. Yo sé muy bien que por humanidad debo ser condescendiente y misericordioso con los pecadores…
-Dice muy bien Vuestra Nobleza -interrumpe el condenado abriendo el pecho a la esperanza.
-Sí, yo debo ser misericordioso contigo, por muy culpable que seas.
¡Pero, lo repito, no soy yo quien te castiga, sino la ley!
Es preciso que lo tengas en cuenta. Yo sirvo a Dios y a la patria y, por consiguiente, cometería una grave falta y un pecado si atenuase la pena que te han impuesto…
-¡Oh, Nobleza...!
-Veamos, ¿qué quieres que haga? Bueno, pase por esta vez. Sé que cometo una falta, pero voy a darte gusto... Suavizaré el castigo… ¡Quién sabe, sin embargo, si este favor redundará en perjuicio tuyo! No importa, así te acordarás siempre de mí y no harás en lo sucesivo nuevas barbaridades. No obstante, mi conciencia…
-¡Oh, Nobleza... yo le juro que…!
-Bueno, bueno, ¿me juras que te portarás bien en lo sucesivo?
-Que el Señor me mate en este trance, y en el otro mundo…
-No jures, que a veces el Señor escucha los ruegos que se le dirigen y acaso te convenga que no oiga tus juramentos.
-¡Ah, Nobleza!
-Pues bien, escucha: me compadeceré de tus lágrimas de huérfano, porque supongo que eres huérfano, ¿no es cierto?
-Huérfano de padre y madre Nobleza; estoy solito en el mundo.
-Bueno, tus lágrimas de huérfano me han enternecido. Pero ten entendido, que será la primera vez y la última. Y añadía con acento tan conmovido que el reo no sabía cómo expresar su agradecimiento.
-Llévenselo. La terrible comitiva se ponía en marcha, al redoble del tambor; los soldados levantaban las varas.
-¡Duro! -gritaba Cherebiátnikov-, ¡No le dejen hueso sano!
¡Arránquenle a tiras el pellejo!
¡Háganlo trizas! ¡Duro! ¡Más duro todavía! ¡Denle con todas sus fuerzas a ese pobrecito huérfano!
Los soldados, enardecidos por estas excitaciones, descargaban las varas con todas sus fuerzas sobre las espaldas de aquel desgraciado cuyos ojos despiden llamas, mientras Cherebiátnikov corre en pos de los apaleadores desternillándose de risa. ¡Cómo goza el malvado! Aquel bárbaro espectáculo le divierte, ríe a carcajadas estrepitosas y con bien timbrado acento repite:
-¡Duro! ¡Duro! ¡Háganme pedazos a ese bribón! ¡Acaricien como se merece a ese desdichado huérfano, que está muy necesitado de cariño!
Su programa era variado en estos casos. Llevan otro penado para que sufra el mismo castigo, y suplica al teniente que tenga compasión de él. Esta vez no se las da Cherebiátnikov de misericordioso, y dice con brutal franqueza al condenado:
-Quiero castigarte con todo rigor porque lo tienes muy merecido; sin embargo, voy a hacerte una gracia: no serás atado a la culata del fusil, sino que correrás con toda la agilidad de tus piernas delante de los soldados. Claro está que no escaparás de rositas, porque esos amiguitos no son mancos ni las varas cortas; recibirás, pues, más de un palo, pero recorrerás la calle en menos tiempo. Vamos a ver, ¿qué te parece?
El condenado le ha escuchado con desconfianza y recelo, pero se ha dicho: «¡Quién sabe! Tal vez este procedimiento me resulte más ventajoso, pues si corro con todas mis fuerzas, malo ha de ser que no me ahorre algún palo.» Y añade en voz alta. -Pues bien, Nobleza, acepto. -Y yo no me desdigo. ¡Mucho ojo, pues, con no distraerse -prosigue, dirigiéndose a los soldados-: que no les falle ningún golpe! Cherebiátnikov sabe perfectamente que huelga la recomendación, pues al soldado que no diese en blanco no le salvarían ni los padres de gracia. El forzado arranca a correr como si llevase el diablo a los talones; mas a los primeros pasos comienza a caer sobre sus espaldas una lluvia de palos formidables y rueda por el suelo como fulminado por el rayo. -¡Ah, Nobleza -exclama, con voz temblorosa-, prefiero atenerme al reglamento! Cherebiátnikov le escucha riendo a mandíbula batiente. Sería muy prolijo referir todo lo que se contaba de aquella fiera con figura humana.
Hablábase también en nuestra sala de un lugarteniente llamado Smekálov,
que ejercía las funciones de comandante de la plaza antes de la llegada de nuestro mayor actual.
Su nombre se pronunciaba acompañado siempre de los más subidos elogios. Aquel lugarteniente no era un enamorado del castigo de flagelación, pues su carácter y sus sentimientos diferían completamente de los de Cherebiátnikov. Sin embargo, no era nada clemente con los condenados.
Sus ejecuciones se recordaban con satisfacción. Había conseguido captarse la simpatía de los reclusos y hacerse popular entre ellos. ¿Cómo realizó este milagro? Del modo más sencillo. Nuestros camaradas olvidan fácilmente todos los tormentos si el que se los inflige les dirige después alguna palabra afectuosa.
Smekálov no ignoraba esto, pues es condición natural del bajo pueblo ruso, y supo aprovecharse de esas buenas disposiciones. -Era tan bueno como el mejor de los padres -decían a veces los reclusos, especialmente cuando comparaban a su antiguo director con el actual-. Tenía un corazón de oro. Smekálov era un hombre sencillo, bueno, quizá a su manera. No obstante, hay jefes que son no sólo buenos sino también compasivos, y los reclusos les detestan, se burlan de ellos y únicamente les respetan por temor. Smekálov supo, empero, conducirse con tanto tino, que los penados le tenían por su hombre. Es ésta una cualidad innata, un mérito excepcional del que no suelen darse cuenta los que lo poseen. Existen muchos hombres que, sin tener nada de buenos, logran hacerse de una bien cimentada reputación de bondadosos. Atribuyen la causa de esta fama al hecho de no despreciar a los humildes que están bajo sus órdenes, y creo que tienen razón.
No parecen grandes señores, tratan con amabilidad al pueblo, se amoldan a sus costumbres, respetan sus usos, y el pueblo daría con placer su vida por ellos.
Gustosos cambiarían un gobernante o un jefe que fuese la bondad personificada, por otro, rígido y severísimo, que tuviese ese aire de pueblo que tanto les encanta. Y si, por añadidura, este jefe o gobernante es amable, miel sobre hojuelas. El lugarteniente Smekálov, como he dicho, castigaba a veces con excesiva severidad, pero lo hacía con tal aire de pesar, que los reclusos no le guardaban rencor, antes al contrario, celebraban como un espectáculo divertido las ejecuciones que presenciaba o dirigía. Smekálov divertíase también gastando bromas a los que sufrían el castigo, pero en forma muy distinta de Cherebiátnikov y siempre de la misma manera, o sea haciéndole preguntas sobre cosas que no venían a cuento y que regocijaban a los que le oían. Se hacía llevar una silla y examinaba una por una las varas que se habían de emplear en el suplicio. La víctima le imploraba que tuviese compasión de él. -Lo siento mucho, amiguito -le contestaba con afabilidad-, pero nada puedo hacer por ti, sino es aconsejarte que te tiendas en seguida para acabar cuanto antes este enojoso asunto. El condenado lanzaba un suspiro y se echaba al suelo.
-Dime, buena pieza -decíale entonces Smekálov-, ¿sabes leer de corrido?
-Sí, Nobleza, he sido bautizado y desde la infancia me enseñaron a leer.
-Pues bien, lee…
El condenado sabe de antemano qué es lo que ha de leer y cómo acabará esta lectura, porque la broma se ha repetido ya treinta veces y no hay penado que la ignore. Los soldados, con las varas levantadas, esperan la señal para descargarlas sobre las desnudas espaldas de la víctima, y ésta empieza a leer. Al llegar a la palabra piedad, el lugarteniente se quita la pipa de la boca y con gesto inspirado grita a los ejecutores:
-Sean ustedes piadosos.
Y suelta el trapo a reír. Los soldados que rodean al lugarteniente le hacen coro y la víctima sonríe también, aunque a la voz de mando convenida: Sean ustedes piadosos,
silban las varas y caen sobre sus espaldas como navajas de afeitar ."
Dostoyevski
Pi, El indefinible, no dormía. Pasaba las noches detrás de las puertas. Ponía el oído pegado a la madera. Y por la abertura de la cerradura miraba y olía. A los cinco años una noche dejó de dormir. Un desconocido ruido lo había despertado. Se sentó en el filo de la cama, extrañado e inquieto. Dio unos pasos con sus pequeños pies desnudos y...