Un niño descalzo se acercó corriendo

lunes, mayo 26, 2014

"II

Aún temblaba un poco la escalerilla del coche cuando Raban bajó por ella. La lluvia le golpeó el rostro, que venía del calor del vagón, y cerró los ojos. Llovía ruidosamente sobre el techo de zinc del edificio de la estación, pero en el ancho campo la lluvia caía de tal manera que se creía oír soplar el viento.

Un niño descalzo se acercó corriendo; Raban no vio de dónde venía y le rogó, sin aliento, que le dejara llevar la maleta, pues estaba lloviendo, pero Raban le dijo que a pesar de todo iba a ir en el autobús. No lo necesitaba. El chico hizo un gesto como si considerara más distinguido caminar bajo la lluvia y dejar que le lleven la maleta que ir en el autobús; inmediatamente se volvió y se fue corriendo. Ya era demasiado tarde cuando Raban lo quiso llamar."

"Había dos faroles encendidos, y un funcionario de la estación salió de una puerta. Se dirigió sin dudarlo a través de la lluvia hacia la locomotora; estuvo allí con los brazos cruzados y esperó hasta que el maquinista se inclinó sobre la barandilla y le habló. Se llamó a un mozo, vino y luego se fue. En algunas ventanas del tren había pasajeros, y como tenían que ver un edificio de estación muy vulgar, pues su vista era triste, tenían los ojos casi cerrados, como durante el viaje.

Una niña, que venía de prisa por la carretera hacia el andén con una sombrilla adornada con flores, dejó ésta en el suelo y pasó la punta de los dedos sobre su falda tensa.

La luz de los dos faroles era mortecina. El mozo que pasaba se quejó de que se formaran charcos bajo la sombrilla, puso los brazos en círculo para enseñar el tamaño de estos charcos y los movió por el aire como si fuesen peces que se hunden en agua profunda, para aclarar que el trance se veía también interrumpido por la sombrilla.

El tren reanudó la marcha, desapareció como una larga puerta corrediza, y detrás de los álamos, al otro lado de las vías, quedó un paisaje sobrecogedor. ¿Era una perspectiva oscura o un bosque; un estanque o una casa en la que ya dormía la gente; la torre de una iglesia o una garganta entre dos valles? Nadie tendría que atreverse a ir hasta allí, pero ¿quién podría resistirse?
Y cuando Raban vio al empleado –ya estaba en el escalón camino a su despacho– corrió hacia el y lo paró;
–Por favor, ¿está lejos el pueblo? Necesito ir allí.
–No, a un cuarto de hora, pero con el autobús –está lloviendo– estará usted allí en cinco minutos.
–Está lloviendo. No es una primavera bonita –contestó Raban.

El empleado había apoyado su mano derecha en la cadera, y a través del triángulo que se formaba entre brazo

y cuerpo Raban vio a la niña en su banco, que ya había cerrado la sombrilla."

Kafka

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