Kafka: "Pero ahora escucha lo referente a las cartas"

domingo, mayo 04, 2014


"Pero ahora escucha lo referente a las cartas,


Klamm tiene los ojos semicerrados, parece dormir y limpiar el binóculo en sueños. 

Mientras, el escribiente, entre los numerosos expedientes y cartas que tiene debajo de la mesa, busca una para ti: por el aspecto del sobre

 parece muy vieja, como si hubiera estado allí largo tiempo. 

Pero, si es una carta tan vieja ¿por qué han hecho esperar tanto tiempo a Barnabás, y a ti también? Y, finalmente, a la carta, pues ya está anticuada. Y entonces Barnabás gana la fama de ser un mensajero lento y malo. El escribiente, sin embargo, se lo pone fácil, dice 

«de Klamm para K» 

y con eso despide a Barnabás. Entonces Barnabás regresa a casa, sin aliento, con la carta bajo su camisa, pegada al cuerpo, y nos sentamos aquí, en este banco, como ahora, y nos cuenta lo ocurrido y analizamos todos los pormenores y valoramos lo que ha conseguido, para, al final, concluir que ha logrado muy poco y aun esto resulta cuestionable, entonces Barnabás deja la carta, no tiene ganas de llevarla, pero tampoco tiene ganas de irse a dormir, se pone a trabajar con los zapatos y se pasa toda la noche sentado en el taburete. 



Así ocurre, K, y ésos son mis secretos 



 la carta, en cambio, esa garantía de nuestro futuro, la dejas tirada». 

Habla con Klamm, 


pero ¿se trata realmente de Klamm? 


¿No será acaso alguien que se parece a Klamm, tal vez un secretario que presenta alguna similitud con Klamm y que se esfuerza por parecérsele más y que se hace el importante imitando la actitud soñadora de Klamm? 

Esa parte de su carácter es la más fácil de imitar, algunos intentan imitarla, pero con el resto no se atreven. Y un hombre tan anhelado y

 

tan difícilmente accesible como lo es Klamm, 
adopta en la fantasía de la gente numerosas figuras.



 Klamm, por ejemplo, tiene aquí un secretario municipal llamado Momus. Ah, ¿lo conoces? También él se mantiene reservado, pero le he visto varias veces. Un joven fuerte, ¿verdad? Y es probable que no se parezca en nada a Klamm. 

Y, sin embargo, podrás encontrar a gente en el pueblo que juraría 

que Momus es Klamm y ningún otro.


 Así trabaja la gente en su propia confusión.



Aquí me parece que llegas a lo decisivo  –dijo K–. Eso es. Por lo que me has contado, creo verlo claro. Barnabás es demasiado joven para ese trabajo. 



Nada de lo que él cuenta se puede tomar en serio. 



Como arriba se muere de miedo, no puede observar nada y cuando se le obliga aquí a que informe, sólo se oyen cuentos confusos. 

El respeto a la administración es aquí innato, se os sigue insuflando durante toda vuestra vida de las maneras más distintas y desde todas partes, y vosotros mismos ayudáis en ello en lo que podéis. En principio no digo nada en contra; cuando una administración es buena, ¿por qué no se le debería tener respeto? Pero no se puede enviar de repente al castillo a un joven poco instruido como Barnabás, que no ha salido del pueblo, y reclamar de él informes fidedignos 


e investigar sus palabras como si fuesen una Revelación 



y hacer depender de su interpretación la propia felicidad. Nada puede ser más erróneo. 

Cierto, yo también me he dejado confundir como tú y no sólo he puesto esperanzas en él, sino que también he sufrido decepciones, y siempre 

basándome en sus palabras, que ni siquiera estaban fundadas.



El supuesto Klamm

 puede que no tenga nada en común con el real, 

la similitud sólo puede existir en los ojos ciegos por la excitación de Barnabás, 

puede que él sea el más ínfimo de los funcionarios, puede que ni siquiera sea funcionario, pero algún cometido tiene que tener en ese pupitre, algo lee en su libraco, algo murmura al oído del escribiente, en algo piensa cuando dirige su mirada tras largo tiempo a Barnabás,

 

y aun cuando nada de eso sea verdad y sus actos no signifiquen nada, 



alguien le habrá puesto allí y lo habrá hecho con alguna intención. Con todo esto quiero decir que en ello hay algo, algo que se ofrece a Barnabás, al menos algo, y que sólo es culpa de Barnabás si no puede alcanzar nada salvo miedo, dudas y desesperación. Y en todo esto he partido del caso más desfavorable, que es incluso el más improbable. 

Pues tenemos las cartas en la mano, en las que no confío mucho, pero más que en las palabras de Barnabás. 

Puede también que sean cartas anticuadas y sin valor, que se han sacado de un montón de cartas igual de anticuadas y sin valor, 

seleccionando a la buena de Dios y reflexionando tan poco como un canario en una feria

 empleado para que pique una papeleta de tómbola, 


No puedes animar a alguien a que vea cuando tiene tapados los ojos por un pañuelo, no podrá ver nunca; sólo cuando se le quite el pañuelo podrá ver."

Kafka





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