Dostoyevski le da las pistas falsas a Kafka
miércoles, mayo 14, 2014
[Nota: Subtítulo:
El cuento tártaro del pintor de fachadas.]
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"Y té voy a decir una cosa: Zamiotof y yo tenemos entre manos un asunto que nos interesa a los dos por igual.
Me gustaría saber qué asunto es ése.
Se trata del pintor, de ese pintor de brocha gorda.
Conseguiremos que lo pongan en libertad.
No será difícil, porque el asunto está clarísimo. Nos bastará presionar un poco para que quede la cosa resuelta.
No sé a qué pintor té refieres. ¿No? ¿Es posible que no té haya hablado de esto...?
Se trata de la muerte de la vieja usurera. Hay un pintor mezclado en el suceso.
Ya tenía noticias de ese asunto. Me enteré por los periódicos.
También asesinaron a Lisbeth
Por eso sólo me interesó hasta cierto punto. Bueno, explícame, --dijo de pronto Nastasia dirigiéndose a Raskolnikof. (Se había quedado en la habitación, apoyada en la pared, escuchando el diálogo.) ¿Lisbeth?-- murmuró Raskolnikof, con voz apenas perceptible. Sí, Lisbeth, la vendedora de ropas usadas. ¿No la conocías? Venía a esta casa. Incluso arregló una de tus camisas. Raskolnikof se volvió hacia la pared. Escogió del empapelado, de un amarillo sucio, una de las numerosas florecillas aureoladas de rayitas oscuras que había en él y se dedicó a examinarla atentamente. Observó los pétalos. ¿Cuántos había? Y todos los trazos, hasta los menores dentículos de la corola. Sus miembros se entumecían, pero él no hacía el menor movimiento. Su mirada permanecía obstinadamente fija en la menuda flor.
Bueno, ¿qué me estabas diciendo de ese pintor? Nastasia.
Que se sospecha que es el autor del asesinato
-- preguntó Zosimof, interrumpiendo con viva impaciencia la palabrería de dijo Rasumikhine, acalorado. ¿Hay cargos contra él? Sí, y, fundándose en ellos, se le ha detenido.
Pero, en realidad, estos cargos no son tales cargos,
y esto es lo que pretendemos demostrar.
La policía sigue ahora una falsa pista,
como la siguió al principio con..., ¿cómo se llaman...? Koch y Pestriakof... Por muy poco que le afecte a uno el asunto,
uno no puede menos de sublevarse ante una investigación conducida tan torpemente.
Es posible que Pestriakof pase dentro de un rato por mi casa... A propósito, Rodia. Tú debes de estar enterado de todo esto, pues ocurrió antes de
tu enfermedad, precisamente la víspera del día en que té desmayaste en la comisaría cuando se estaba hablando de ello.-- dijo Zosimof con una facilidad asombrosa. ¡Qué importa! Eso no cambia en nada la cuestión. Te estoy observando desde hace un momento y veo que té alteras exclamó Rasumikhine dando un puñetazo en la mesa este asunto no son los errores de esa gente.
Lo más indignante de este asunto no son los errores de esa gente:
uno puede equivocarse; las equivocaciones conducen a la verdad.
Lo que me saca de mis casillas es que, aún equivocándose, se creen infalibles.
Yo aprecio a Porfirio, pero... ¿Sabes lo que les desorientó al principio? Que la puerta estaba cerrada, y cuando Koch y Pestriakof volvieron a subir con el portero, la encontraron abierta. Entonces dedujeron que Pestriakof y Koch eran los asesinos de la vieja. Así razonan. No té acalores. Tenían que detenerlos... De ese Koch tengo noticias. Al parecer, compraba a la vieja los objetos que no se desempeñaban. No es un sujeto recomendable. También compraba pagarés. ¡Que el diablo se lo lleve!
lo que me pone fuera de mí es la rutina, la anticuada e innoble rutina de esa gente.
Éste era el momento de renunciar a los viejos procedimientos y seguir nuevos sistemas.
Los datos psicológicos bastarían para darles una nueva pista. Pero ellos dicen:
«Nos atenemos a los hechos.»
Sin embargo, los hechos no son lo único que interesa. El modo de interpretarlos influye en un cincuenta por ciento como mínimo en el éxito de las investigaciones.
¿Y tú sabes interpretar los hechos?
Lo que té puedo decir es que cuando uno tiene la íntima convicción de que podría ayudar al esclarecimiento de la verdad, le es imposible contenerse... ¿Conoces los detalles del suceso?
Estoy esperando todavía la historia de ese pintor de paredes.
¡Ah, sí! Pues escucha. Al día siguiente del crimen, por la mañana, cuando la policía sólo pensaba aún en Koch y Pestriakof (a pesar de que éstos habían dado toda clase de explicaciones convincentes sobre sus pasos), he aquí que se produce un hecho inesperado. Un campesino llamado Duchkhine, que tiene una taberna frente a la casa del crimen, se presentó en la comisaría y entrega un estuche que contiene un par de pendientes de oro. A continuación refiere la siguiente historia:
«Anteayer, un poco después de las ocho de la noche (hora que coincide con la del suceso), Mikolai, un pintor de oficio que frecuenta mi establecimiento, me trajo estos pendientes y me pidió que le prestara dos rublos, dejándome la joya en prenda »¿De dónde has sacado esto? le pregunté. »Él me contestó que se los había encontrado en la calle, y yo no le hice más preguntas. Le di un rublo. Pensé que si yo no lo hacia lo haría otro, que Mikolai se bebería el dinero de todas formas y que era preferible que la joya quedara en mis manos, pues estaba decidido a entregarla a la policía si me enteraba de que era un objeto robado, al venir alguien a reclamarla.
esto era un cuento tártaro. Duchkhine mentía descaradamente,
pues le conozco y sé que cuando aceptó de Mikolai esos pendientes que valen treinta rublos no fue precisamente para entregarlos a la policía. Si lo hizo fue por miedo. Pero esto poco importa. Dejemos que Duchkhine siga hablando.
No sé qué decirte.
Existe una sospecha, discutible tal vez pero fundada.
No podían dejar en libertad a tu pintor de fachadas.
¡Pero es que le atribuyen el asesinato! ¡No les cabe la menor duda!
Es un detalle importante para la instrucción del sumario.
¿Se puede concebir la indiferencia, la tranquilidad de espíritu que demuestran esos gritos, esas risas, esa riña infantil en personas que acaban de cometer un crimen y están ante la misma casa en que lo han cometido? ¿Es esta conducta compatible con el hacha, la sangre, la astucia criminal y la prudencia que forzosamente han de acompañar a semejante acto? Cinco o diez minutos después de haber cometido el asesinato (no puede haber transcurrido más tiempo, ya que los cuerpos no se han enfriado todavía), salen del piso, dejando la puerta abierta y, aun sabiendo que sube gente a casa de la vieja, se ponen a juguetear ante la puerta de la casa, en vez de huir a toda prisa, y ríen y llaman la atención de la gente, cosa que
confirman ocho testigos...
¡Qué absurdo! Sin duda, todo esto es extraño, incluso parece imposible,
pero...¡No hay pero que valga! Yo reconozco que el hecho de que se encontraran los pendientes en manos de Nicolás poco después de cometerse el crimen constituye un grave cargo contra él. Sin embargo, este hecho queda explicado de un modo plausible en las declaraciones del acusado y, por lo tanto, es discutible. Además, hay que tener en cuenta los hechos que son favorables a Nicolás, y más aún cuando se da el caso de que estos hechos están fuera de duda. ¿Tú qué crees?
Dado el carácter de nuestra jurisprudencia, ¿son capaces los jueces de considerar que un hecho fundado únicamente en una imposibilidad psicológica, en un estado de alma, por decirlo así, puede aceptarse como indiscutible y suficiente para destruir todos los cargos materiales, sean cuales fueren?
No, no lo admitirán jamás. Han encontrado el estuche en sus manos y él quería ahorcarse, cosa que, a su juicio, no habría ocurrido si él no se hubiera sentido culpable... Ésta es la cuestión fundamental; esto es lo que me indigna, ¿comprendes?
Tal vez alguien le viera, pero nadie se fijó en él.
Ingenioso, amigo Rasumikhine, diabólicamente ingenioso, incluso demasiado ingenioso.¿Por qué demasiado? Porque todo es tan perfecto, porque los detalles están tan bien trabados, que uno cree hallarse ante una obra teatral."
Dostoyevski
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