Tenía en su armario muchas caras

martes, mayo 27, 2014

Sabía perfectamente que su cara a su perfecto cuerpo no le favorecía pues constataba que se peleaban. Se ponía otra cara cada mañana delante del espejo; una distinta cada día: una adecuada al trabajo, a la calle, a las compras -diferente para la comida o para la ropa-, a la misa, a la que se quedaba en casa, y tantos etcéteras como caras y circunstancias. Ah, olvidaba. En la cama se ponía las caras de los sueños. Una para los terribles, otra para amar, para el sexo otra, otra para conseguir cosas, otra para sueños incomprensibles... Y otra cara de bebé para dormir a pata suelta, o como un bebé -si es que los bebés sueñan. Era su cara con su cuerpo tan incompatible que ambos siempre se miraban de mala gana, con malos ojos, cuchicheando ambos entre dientes, deseándose alguna irremediable desgracia. El cuerpo le decía a su cara: «Ojalá te salga una arruga cada mañana.» Y la cara a su cuerpo: «Saco de grasas. Ojalá no puedas parar de comer noche y día durante veinte años.» El cuerpo: «No te pongas esa cara hoy que hoy no me gusta. Ponte la cara de primavera.» La cara: «Me pondré la cara que me dé la gana. ¿Aquí quién manda?» ─Yo, dijo el cuerpo muy convencido. ─¿Tú? Tú no sabes lo que dices. ¡A quién se le ocurre pensar que un cuerpo piensa! Y se volvió hacia el espejo con un gesto altanero contenta de su triunfo sobre el tonto cuerpo. ─Hoy me pondré la cara de alegría. Tenía en su armario muchas caras de alegría. Tomó la cara de alegría, la de la alegría convencida de su triunfo sobre la impertinencia de su cuerpo. Se la puso sobre su ausencia de rostro y, muy contenta, salió a la calle.

Carlos del Puente

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