El jardinero podado
miércoles, mayo 28, 2014
A un jardinero le gustaba tanto los árboles que cada día que hacía una tarea en el jardín se cortaba un dedo con la sierra eléctrica. No me dejó de extrañar su excesivo fanatismo. Le llevó hasta tal punto que viendo lo bonitos que habían quedado los árboles empezó, cada día un poco, a podarse los brazos. Se miraba en el cuarto de baño de la piscina para ver qué bien le quedaba el corte. Y, delante del espejo, pensaba: «Mañana me daré un retoque. Está quedando bien la poda.» Yo lo veía, desde mi balcón, salir todo reluciente. Se quitaba los restos de hojas que le habían quedado sobre el cuerpo mientras se dirigía hacia la calle. Al día siguiente volvía sin vendas, decidido y como nuevo, dispuesto a mantener el jardín y su cuerpo acordes.
Carlos del Puente
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