Sin frente iba una esplendida calva

sábado, mayo 24, 2014

Sin frente iba una esplendida calva sentada en un banco. Iba la calva tan grande y contenta sobre esa pequeña cabeza que me encontré con grandes dificultades para hallar su sumisa y pequeña frente. La toqué con los dedos y no me daba tacto. Tengo incluso que decir que me paré delante de ella muy en seco para humildemente mirarla. Se encogía de vergüenza al verse con tanto interés vista; para los lados de la sien se escurría buscando un lugar para esconderse. Tuvo en fin la fabulosa idea de esconderse detrás de una oreja. Di media vuelta a su cabeza para comprobar como vergonzosamente allí se agazapaba. ─¿Por qué te escondes, pequeña?, ─le dije; si en ti no cabe tanta vergüenza como sientes; y tienes, por seguro, que verterla -tu vergüenza, digo, y parte de tu frente-, en el pozo ciego de tu oreja. Tuvo ella, ante mi arriesgada impertinencia y su aumentada vergüenza, que meterse hasta la mitad, como una lámina de protoplasma, en el oído; quien, por suerte y gracia, aún quedaba casi libre. Cogí el lóbulo con la tierna pinza de mis dedos y acercando mis atrevidos labios, le hablé con evidente cariño a la parte oculta de la frente. ─Quise conocerte; pues te vi tan pequeña y triste que a mi corazón y vista le resultaste irresistible. Pero viendo que avergonzada te escondes voy a dar un falso paseo para que así creas que he dejado de quererte, y salgas.


Carlos del Puente

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