El árbol callado

lunes, mayo 19, 2014

Un árbol muy callado, callado y quieto, echaba naranjas al suelo cuando estaban sabrosas y maduras. Quería agradar a los paseantes. Pero estos al verlas caídas las miraban con desprecio. «Sucia por fuera, sucia por dentro», pensaban.

El árbol le soltaba otra de otra especie: esta vez una dorada manzana. «¡Oh, una manzana! ¡Qué bonita, pero machacada!».

Le tiró un melón y una sandía, las dos al mismo tiempo. «¡Curioso! Los melones y las sandías no crecen en los árboles.»

Movió un racimo de uvas negras entre los dedos de sus ramas. «Toma, toma. Esto es mejor que un pecado», ─pensaba el árbol. Pero al paseante no le gustaban las uvas.

«Pues ya no sé qué sacarme de las ramas» ─Dijo enfurecido el árbol en voz alta.

«¡Curioso!  Me ha parecido oír hablar a las ramas. Y yo no estoy loco, ni he dormido mal, ni estoy hambriento.» ─Pensó el extraño paseante.

Carlos del Puente

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