Dostoyevski Descripción de un suicidio

domingo, mayo 18, 2014


"De pronto, una serie de círculos rojos empezaron a danzar ante sus ojos; las casas, los transeúntes, los malecones, empezaron también a danzar y girar. De súbito se estremeció.

Una figura insólita, horrible, que acababa de aparecer ante él, le impresionó de tal modo, que no llegó a desvanecerse. Había notado que alguien acababa de detenerse cerca de él, a su derecha. Se volvió y vio una mujer con un pañuelo en la cabeza. Su rostro, amarillento y alargado, aparecía hinchado por la embriaguez. Sus hundidos ojos le miraron fijamente, pero, sin duda, no le vieron, porque no veían nada ni a nadie.

De improviso, puso en el pretil el brazo derecho, levantó la pierna del mismo lado, saltó la baranda y se arrojó al canal.

El agua sucia se agitó y cubrió el cuerpo de la suicida, pero sólo momentáneamente, pues en seguida reapareció y empezó a deslizarse al suave impulso de la corriente. Su cabeza y sus piernas estaban sumergidas:

únicamente su espalda permanecía a flote, con la blusa hinchada sobre ella como una almohada.

-¡Se ha ahogado! ¡Se ha ahogado! -gritaban de todas partes. Acudía la gente; las dos orillas se llenaron de espectadores; la multitud de curiosos aumentaba en torno a Raskolnikof y le prensaba contra el pretil.

-¡Señor, pero si es Afrosiniuchka! ¡Una barca! ¡Una barca! -dijo una voz quejumbrosa. ¡Señor, sálvala! ¡Hermanos, almas generosas, salvadla! -gritó otra voz entre la muchedumbre.

Pero no fue necesario. Un agente de la policía bajó corriendo las escaleras que conducían al canal, se quitó el uniforme y las botas y se arrojó al agua. Su tarea no fue difícil. El cuerpo de la mujer, arrastrado por la corriente, había llegado tan cerca de la escalera, que el policía pudo asir sus ropas con la mano derecha y con la izquierda aferrarse a un palo que le tendía un compañero. Sacaron del canal a la víctima y la depositaron en las gradas de piedra.

La mujer volvió muy pronto en sí. Se levantó, lanzó varios estornudos y empezó a escurrir sus ropas, con gesto estúpido y sin pronunciar palabra.

-¡Virgen Santa! -gimoteó la misma voz de antes, esta vez al lado de
Afrosiniuchka. Se ha puesto a beber, a beber...

Hace poco intentó ahorcarse, pero la descolgaron a tiempo.

Hoy me he ido a hacer mis cosas, encargando a mi hija de vigilarla, y ya ven ustedes lo que ha ocurrido. Es vecina nuestra, ¿saben?, vecina nuestra. Vive aquí mismo, dos casas después de la esquina..."

Dostoyevski

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