"Mamita creía poseer a los O'Hara en cuerpo y alma, y que sus secretos eran los suyos; y el menor asomo de secreto bastaba para ponerla sobre la pista, implacable como un sabueso."
jueves, mayo 08, 2014
"Scarlett oyó los pesados pasos de Mamita que hacían retemblar el piso del vestíbulo, se apresuró a adoptar una postura natural y procuró dar a su rostro una expresión más apacible. No quería que nadie sospechase que algo no marchaba bien.
Mamita creía poseer a los O'Hara en cuerpo y alma, y que sus secretos eran los suyos; y el menor asomo de secreto bastaba para ponerla sobre la pista, implacable como un sabueso.
Scarlett lo sabía por experiencia; si la curiosidad de Mamita no quedaba satisfecha, pondría en seguida al corriente del asunto a Ellen, y entonces Scarlett no tendría más remedio que contárselo todo a su madre o inventar alguna mentira aceptable. Mamita llegó del vestíbulo. Era una mujer enorme, con ojillos penetrantes de elefante. Una negra reluciente, africana pura, devota de los O'Hara hasta dar por ellos la última gota de su sangre; la mano derecha de Ellen, la desesperación de sus tres hijas y el terror de los demás criados de la casa. Mamita era negra, pero su regla de conducta y su orgullo eran tan elevados como los de sus amos. Se había criado con Solange Robillard, la madre de Ellen, una francesa distinguida, fría, estirada,
que no perdonaba ni a sus hijos ni a sus criados el justo castigo por la menor ofensa al decoro. Había sido nodriza de Ellen, viniéndose con ella de Savannah a las tierras altas cuando se casó.
Mamita castigaba a quienes quería. Y como a Scarlett la quería muchísimo y estaba enormemente orgullosa de ella, la serie de castigos no tenía fin."
Margaret Mitchell
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