La pata, la mosca y el culo del vaso

domingo, mayo 18, 2014

Estaba un señor muy veraniego y aburrido, sentado en un incómodo sillón de un destartalado bar de ese viejo hotel donde solía ir para ahorrar en verano. Cuando una de las frecuentes moscas clientes sin factura de la refrescante piscina abierta a sus alas a pocos pasos de la terraza, vino "mosquilmente" volando con sus transparentes y venosas alas una gruesa mosca. Posó su bien negra barriga sobre el metal pintado recientemente de blanco. Y se dispuso a tomar con su pequeña trompa las gotas de whisky que insolentemente habían caído de los largos y estrechos vasos. Se puso nervioso el señor que estaba allí delante de ella -y el que escribe esto- al verla tan negra, impertinente y ebria. ─Acércate, acércate, ─le dijo el borracho con rojos ojos de alcohol y tabaco. Tenía el vaso cogido con evidente tensión en los dedos mientras la intrépida mosca tomaba y tomaba. ─Ya verás, ya verás cuando te coja la patita; ya verás. Dicho y hecho. Con una agilidad sorprendente para aquella hora, estado y sitio, el filo del culo del vaso se posó delicadamente sobre el extremo de una de sus patas, concretamente -para ser perfectamente exactos y respetuosos con esta fundamental descripción- sobre su pata delantera izquierda. De tal modo y con tal precisión que la sorprendida mosca borracha quedó atrapada. Asustada, nerviosa, indignada, la pobre e insolente mosca batió sus alas casi a punto de romperlas. Mientras el ágil borracho reía con la satisfacción del que ha conseguido ante un multitudinario público un gran éxito ejecutando una peligrosísima hazaña. Pido perdón por este tétrico y dramático relato pues no es moralmente bueno reírse de este "comático" dual desenlace; pues ambos murieron de un sorprendente coma etílico: una porque bebía y bebía para quitarse la angustia del cepo; y el otro porque bebía y bebía de alegría. "¡Hic! ¡Hic!", decía su hipo quien en el ambos entierros lo contaba con mucha sorna, risa y entusiasmo a los abundantes borrachos que fueron a despedirse del común amigo y amiga y a tomar la última copa en el cementerio.

Carlos del Puente

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