La seducción de Kafka "sólo anhelase acariciarlo"
jueves, mayo 29, 2014
"Karl, sin embargo, no abrigaba afecto hacia aquella muchacha.
En el hacinamiento de los hechos de su pasado, que iba alejándose más y más con el correr de los días, permanecía ella sentada en su cocina, junto al aparador sobre cuya tabla apoyaba los codos.
Lo miraba cuando, de tiempo en tiempo, iba él a la cocina con el objeto de buscarle a su padre un vaso para beber agua, o a fin de llevar un recado de la madre. A veces,
en esa actitud complicada, a un costado del aparador, escribía ella una carta, y buscaba sus inspiraciones en el rostro de Karl.
A veces tenía los ojos cubiertos con una mano;
ninguna palabra que le dirigiera llegaba entonces hasta ella.
Otras veces permanecía arrodillada
en su estrecho cuartito pegado a la cocina y dirigía sus rezos a un crucifijo de madera;
Karl la observaba entonces con timidez,
sólo al pasar, por la rendija de su puerta un poco entreabierta.
A veces corría y saltaba por la cocina y, con risa de bruja, retrocedía de pronto sobresaltada si Karl le interceptaba el paso. A veces cerraba la puerta de la cocina después de haber entrado Karl y retenía el picaporte en la mano hasta que él pedía salir. A veces iba y traía cosas que él ni siquiera deseaba, y sin decir palabra
se las ponía en las manos.
Y cierta vez dijo: «Karl», y lo condujo, entre muecas y suspirando, en medio de su asombro por tan inesperada manera de apostrofarlo, a su cuartito, que cerró con llave.
Estrangulándolo, se colgó de su cuello en un abrazo,
y mientras le rogaba que la desnudase,
en realidad lo desnudó a él y lo acostó en su cama,
como si a partir de ese momento ya no quisiera dejárselo a nadie
y sólo anhelase acariciarlo y cuidarlo hasta el fin del mundo.
–¡Karl, oh Karl mío! –exclamó
como si lo viese y se confirmase a sí misma su posesión,
mientras que él no veía absolutamente nada, sintiéndose incómodo entre tantas sábanas y almohadas calientes que ella parecía haber amontonado expresamente para él.
Luego se acostó también ella a su lado;
quería saber de él quién sabe qué secretos,
pero él no tenía ninguno que contarle
y ella se disgustaba, en broma o en serio; lo sacudía, auscultaba el latido de su corazón, y ofrecía su pecho para una auscultación similar,
pero no consiguió inducir a Karl a que lo hiciera;
apretó su vientre desnudo contra el cuerpo del muchacho
y buscó tan asquerosamente con la mano entre sus piernas
que Karl, agitándose, trataba de sacar la cabeza y el cuello fuera de las almohadas; empujó luego el vientre algunas veces contra él, que se sintió invadido por la sensación de que ella formaba parte de su propio ser, y quizá fue ése el motivo del
tremendo desamparo que entonces le embargó.
Llorando se llegó finalmente a su propia cama, después de haber escuchado los repetidos deseos que ella manifestó de que volvieran a verse."
Kafka
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