El acompañante
viernes, mayo 16, 2014
Este señor, joven, pues a penas tendría treinta años, por lo menos su cuerpo, andaba con grandes zancadas, casi tan grandes como su altura, que era grande y alta y fornida, este joven, señor, digo, tenía los brazos largos: más allá de las caderas. Cada paso lo medía con el balanceo de sus brazos de una forma exquisitamente natural. Nunca lo oí gritar a sus perros. Y no sería por falta de fuerza, pecho, garganta y pulmones. Y grandes manos, olvidaba. De vez en cuando cuando él miraba al suelo sus perros al unísono se sentaban. Tan graciosos y serios como su acompañante. Era muy bello y digno de admirar tan magnífico espectáculo. Tengo que admitir mi torpeza pues nunca pude deducir de su serio semblante lo que pensaba.
Carlos del Puente
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