Derrida La venganza de Platón dura
miércoles, diciembre 18, 2013
"S. forma parte de p. que es tan sólo un pedazo de S., un pedazo grande,
es verdad, y nada mal ubicado, pero un pedazo al fin que el otro, el maestro,
intenta mirar por encima del hombro. Forman parte uno del otro, pero no del todo.
Tal es nuestro destino, amor mío, no hay que albergar esperanza alguna.
Los hijos no arreglan nada. En el caso de S. y p. el límite entre la introyección
y la incorporación es imposible de encontrar, eso es lo que quería decir, así lo
decreto yo, Matthew Paris en el siglo xiii: p + S, no lo hace todo, no es todo,
forma tal vez una pareja o un yo, o dos, pero no todo. Únicamente rebana.
Y por eso se aman, casi tanto como nosotros (a decir verdad son los únicos
antes de nosotros) pero no pueden ni verse. Cuestión de límites: ya no saben
dónde empieza uno y dónde acaba el otro. Y se mandan tarjetas que no habrán
de recibir nunca, como niños (secuestros, plagios estrictamente hablando, y
desde el primer envío abortos -estaban ambos en contra, pero precisamente,
y eso ocurre incluso después del nacimiento). Tomo el riesgo de la siguiente
enormidad: no tuvieron prole alguna (nada, cero, malentendido absoluto,
error en los nombres, Derrida No hay una sola herencia socraticoplatónica que se sostenga
) aunque hayan tenido todos los descendientes del mundo.
Semejante destino nos acecha, no está tan mal. Nuestro holocausto está por
llegar, está realmente muy cerca, lo sé."
"Veamos ahora a Salmácide, mi segunda hipótesis de esta mañana, en el
Hôtel de la Plaine: si Plato esta mortalmente resentido contra Socrates
(esto, por supuesto, es mi premisa, no podía, aunque lo amara, sino estar
mortalmente resentido), es porque este último, algún día, una tarde, una
mañana, por ejemplo después de alguna discusión posterior a algún
banquete, debe de haberle hecho una afrenta imperdonable. No sé, una
bofetada, una de esas palabras indelebles, una burla que dio en el clavo,
justo donde no debía. Mi hipótesis contradice seguramente el sentido
común de la cronología pero ve tú a explicar qué nos sucede con sentido
común desde la pareja aquella. Su relación cobró cuerpo en ese momento
(siempre empieza con una herida, y en aquel entonces el joven Plato era
virgen, nadie se hubiera atrevido y él no le hubiera permitido a nadie) pero
pésimamente, es decir que llegó a su fin en cuanto nació (una especie de
aborto destinado a reproducirse hasta el fin de los tiempos). Entonces,
érase una vez, Plato, pese a su amor por Socrates, con ese mismo amor,
nunca dejó ya de vengarse, aunque lo negara (con gran sinceridad, por cierto).
Se vengó de la edad de Socrates para empezar (estaba allí antes que él,
asunto de generación, había vivido mucho, distaba de ser virgen, etc.).
Y luego pretendió exigir disculpas. Escritas, míralo. El otro finge ser dócil,
agacha la frente pero sabe que no se confía nada a la escritura, ni disculpas,
ni promesas, ni juramentos. Ofrece disculpas con una mano y con la otra las
borra. Entonces Plato echa mano de todos sus talentos: despliega todo el
corpus platonicum y firma para la eternidad con el nombre de Socrates: él
escribió o inspiró toda mi obra, ¡”en sus años mozos”! Naturalmente no cree
ni una sola palabra ni de su atribución ni de su corpus. ¡Y como Socrates ya
no estaba y además nunca tuvo oportunidad de dar su opinión, ahora sabes
con qué trabajamos desde hace veinticinco siglos! Cuando lee uno todo lo
que aun hoy se escribe, y con tanta seriedad, con tanto ajetreo (¡spudaios!)
en torno a esa gran farsa telefónica... Al comprometer a Sócrates, Platón
quiso matarlo, excluirlo, neutralizar la deuda mientras fingía asumir todo
su peso. En Más allá..., precisamente a propósito del discursó de Aristófanes,
Freud vuelve a lo mismo, olvida a Sócrates, borra la escena y endeuda hasta a
Platón (tal-como-lo-demuestro-en-mi-próximo-libro). Nietzsche, al que Freud
le hizo más o menos la misma jugarreta, algo sospechó de una historia tan
tenebrosa. Pero no fue siempre lo bastante vulgar, lo bastante falto de inocencia
para ponderar toda la vulgaridad de la escena ..."
LA TARJETA POSTAL De Sócrates a Freud y más allá
Jacques Derrida
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