Freud de fondo todo Más allá del Principio del Placer vs Proyecto de una psicología para neurólogos
sábado, diciembre 21, 2013
"Mas fuérzanos el decir ahora que es inexacto hablar de un dominio del
principio del placer sobre el curso de los procesos psíquicos."
[Explicación fisiológica]:
"De todos modos, habremos establecido en estas especulaciones una cierta
conexión entre la génesis de la conciencia y la situación del sistema Cc. y las
peculiaridades del proceso de excitación a él atribuibles. Aún nos queda algo
por explicar en la vesícula viviente y su capa cortical receptora de estímulos.
Este trocito de sustancia viva flota en medio de un mundo exterior cargado
de las más fuertes energías y
sería destruido por los efectos excitados del mismo si no estuviese provisto
de un dispositivo protector contra las excitaciones (Reizschutz).
Este dispositivo queda constituido por el hecho de que la superficie exterior
de la vesícula pierde la estructura propia de lo viviente,
se hace hasta cierto punto anorgánica
y actúa entonces como una especial envoltura o
membrana que detiene las excitaciones,
esto es hace que las energías del mundo exterior no puedan propagarse
sino con sólo una mínima parte de su intensidad hasta las vecinas capas
que han conservado su vitalidad. Sólo detrás de tal protección pueden dichas
capas consagrarse a la recepción de las cantidades de energía restantes.
La capa exterior ha protegido con su propia muerte a todas las demás, más
profundas, de un análogo destino, por lo menos hasta tanto que aparezcan
excitaciones de tal energía que destruyan la protección. Para el organismo
vivo, la defensa contra las excitaciones es una labor casi más importante
que la recepción de las mismas."
"La recepción de excitaciones sirve, ante todo, a la intención de averiguar la
dirección y naturaleza de las excitaciones exteriores, y para ello le basta con
tomar pequeñas muestras del mundo exterior como prueba."
[Nota mía: Freud habla aquí de la "conciencia sensorial" como receptora de estímulos
perceptivos.]
"En este funcionamiento del sistema aparecería otro medio de protección
contra las excitaciones."
"Hasta aquí hemos expuesto que
la vesícula viva
se halla provista de un dispositivo protector contra el mundo exterior.
Antes habíamos fijado que la primera capa cortical de la misma tiene
que hallarse diferenciada,
como órgano destinado a la recepción de excitaciones procedentes del exterior.
Esta capa cortical sensible, que después constituye el sistema Cc.,
recibe también excitaciones procedentes del interior;
la situación del sistema entre el exterior y el interior y la diversidad de las
condiciones para la actuación desde uno y otro lado es lo que regula la función
del sistema y
de todo el aparato anímico.
Contra el exterior existe una protección, pues
las cantidades de excitación
que a ella llegan no actuarán sino disminuidas."
"Tales excitaciones [internas] son tratadas como si no actuasen desde dentro,
sino desde fuera, [?]
empleándose así contra ellas los medios de defensa de la protección."
[Nota mía: Todo esto estaba ya elaborado en el Proyecto para neurólogos.]
[Instinto y repetición orgánica]:
"Un instinto sería, pues, una tendencia propia de lo orgánico vivo a la
reconstrucción de un estado anterior, que lo animado tuvo que abandonar
bajo el influjo de fuerzas exteriores, perturbadoras;
una especie de elasticidad orgánica,
o, si se quiere, la manifestación de la inercia en la vida orgánica."
"... nos hace pronto observar que en los fenómenos de la herencia y en los hechos
de la Embriología tenemos las más magníficas pruebas de la
obsesión orgánica de repetición."
[Lo anorgánico, lo inanimado y la muerte.]:
"Dicho fin tiene más bien que ser un estado antiguo, un estado de partida,
que lo animado abandonó alguna vez y hacia lo que tiende por todos los
rodeos de la evolución. Si como experiencia, sin excepción alguna,
tenemos que aceptar que todo lo viviente muere por fundamentos internos,
volviendo a lo anorgánico,
podremos decir: La meta de toda vida es la muerte.
Y con igual fundamento: Lo inanimado era antes que lo animado.
En una época indeterminada fueron despertados en la materia inanimada,
por la actuación de fuerzas inimaginables, las cualidades de lo viviente.
Quizá fue éste el proceso que sirvió de modelo a aquel otro que después hizo
surgir la conciencia en determinado estado de la materia animada. La tensión,
entonces
generada en la antes inanimada materia, intentó nivelarse,
apareciendo así el primer instinto: el de volver a lo inanimado.
Para la sustancia entonces viviente era aún fácil morir;
no tenía que recorrer más que un corto curso vital, cuya dirección se hallaba
determinada por la composición química de la joven vida. Durante largo
tiempo sucumbió fácilmente la sustancia viva y fue creada incesantemente
de nuevo hasta que las influencias reguladoras exteriores se transformaron
de tal manera
que obligaron a la sustancia aún superviviente a desviaciones
cada vez más considerables
del primitivo curso vital y a rodeos cada vez más complicados
hasta alcanzar el fin de la muerte.
Estos rodeos hacia la muerte, fielmente conservados por los instintos
conservadores, constituirían hoy el cuadro de los fenómenos vitales.
Si se quiere seguir afirmando la naturaleza, exclusivamente conservadora,
de los instintos, no se puede llegar a otras hipótesis sobre el origen y
el fin de la vida."
[El superfluo rodeo de la vida.]:
"El instinto de conservación, que reconocemos en todo ser viviente se halla
en curiosa contradicción con la hipótesis de que la total vida instintiva sirve
para llevar al ser viviente hacia la muerte. La importancia teórica de los
instintos de conservación y poder se hace más pequeña vista a esta luz;
son instintos parciales destinados a asegurar al organismo su peculiar
camino hacia la muerte y a mantener alejadas todas las posibilidades no
inmanentes del retorno a lo anorgánico. Pero la misteriosa e inexplicable
tendencia del organismo a afirmarse en contra del mundo entero desaparece,
y sólo queda el hecho de que el organismo no quiere morir sino a su manera.
También estos guardianes de la vida fueron primitivamente escolta de la muerte.
De este modo surge la paradoja de que el organismo viviente se rebela
enérgicamente contra actuaciones (peligros) que podían ayudarle a alcanzar
por un corto camino (por cortocircuito, pudiéramos decir) su fin vital; pero esta
conducta es lo que caracteriza precisamente a las tendencias
puramente instintivas, diferenciándolas de las tendencias inteligentes."
"Los instintos que cuidan de los destinos de estos organismos elementales
supervivientes al ser unitario, procurándoles un refugio durante todo el tiempo
que permanecen indefensos contra las excitaciones del mundo exterior y
facilitando su encuentro con las otras células germinativas, constituyen el
grupo de los instintos sexuales. Son conservadores en el mismo sentido que
los otros, dado que reproducen anteriores estados de la sustancia animada;
pero lo son en mayor grado, pues se muestran más resistentes contra las
actuaciones exteriores y, además, en su más amplio sentido, pues conservan
la vida misma para más largo tiempo. Son los verdaderos instintos de vida.
Por el hecho de actuar en contra de la tendencia de los otros instintos, que por
medio de la función llevan a la muerte, aparece una contradicción entre ellos y
los demás, oposición que la teoría de las neurosis ha reconocido como
importantísima. Esto es como un ritardando en la vida de los organismos;
uno de los grupos de instintos se precipita hacia adelante para alcanzar, lo antes
posible, el fin último de la vida, y el otro retrocede, al llegar a un determinado lugar
de dicho camino, para volverlo a emprender de nuevo desde un punto anterior y
prolongar así su duración. Más aun cuando la sexualidad y la diferencia de sexos
no existían seguramente al comienzo de la vida, no deja de ser posible que los
instintos que posteriormente han de ser calificados de sexuales aparecieran y
entraran en actividad desde un principio y emprendieran entonces, y no en épocas
posteriores, su labor contra los instintos del yo."
[El animal humano freudiano.]:
"No habrá otros que aspiren a un estado no alcanzado aún? Sea como quiera la
cuestión es que hasta ahora
no se ha descubierto en el mundo orgánico nada que contradiga nuestras hipótesis.
Nadie ha podido demostrar aún la existencia de un instinto general de
superevolución en el mundo animal y vegetal, a pesar de que tal dirección
evolutiva parece indiscutible. Mas, por un lado, es quizá tan sólo un juicio personal
al declarar que un grado evolutivo es superior a otro, y, además, la Biología nos
muestra que la superevolución en un punto se consigue con frecuencia por
regresión de otro. Existen también muchas formas animales cuyos estados
juveniles nos dejan reconocer que su desarrollo ha tomado más bien un
carácter regresivo. Superevolución y regresión podían ser ambas consecuencias
de fuerzas exteriores que impulsan a la adaptación y el papel de los instintos
quedaría entonces limitado a mantener fija la obligada transformación como
fuente de placer interior. Para muchos de nosotros es difícil prescindir de la
creencia de que en el hombre mismo reside un instinto de perfeccionamiento
que le ha llevado hasta su actual grado elevado de función espiritual y
sublimación ética y del que debe esperarse que cuidará de su desarrollo hasta
el superhombre. Mas, por mí parte, no creo en tal instinto interior y no veo medio
de mantener viva esta benéfica ilusión.
El desarrollo humano hasta el presente
me parece no necesitar explicación distinta del de los animales, ..."
[La líbido de la célula.]:
"Las células germinativas precisan para sí mismas su libido, o sea,
la actividad de sus instintos vitales, como provisión para su posterior
magna actividad constructiva."
[La libido de vuelta al Yo.]:
"Nuestros conocimientos progresaron considerablemente cuando el
psicoanálisis pudo observar más de cerca el yo psicológico, que al principio
no le era conocido más qué como una instancia represora, censora y capacitada
para la constitución de dispositivos protectores y formaciones reaccionales.
Espíritus críticos y de penetrante mirada habían indicado ya hace tiempo el error
en que se incurría limitando el concepto de la libido a la energía del instinto sexual
dirigido hacia el objeto. Mas olvidaron comunicar de dónde procedía su mejor
conocimiento y no supieron derivar de él nada útil para el análisis. Un prudente
y reflexivo progreso demostró a la observación psicoanalítica cuán
regularmente es retirada la libido del objeto y vuelta hacia el yo (introversión).
Estudiando el desarrollo de la libido del niño en su fase más temprana, llegamos
al conocimiento de que el yo es el verdadero y primitivo depósito de la libido,
la cual parte luego de él para llegar hasta el objeto. El yo pasó, por tanto, a ocupar
un puesto entre los objetos sexuales y fue reconocido en el acto como
el más significativo de ellos. Cuando la libido permanecía así en el yo,
se la denominó narcisista35. Esta libido narcisista era también, naturalmente,
la exteriorización de la energía de los instintos sexuales en el sentido analítico;
instintos que hubimos de identificar con los «instintos de conservación»,
reconocidos desde el primer momento.
Estos descubrimientos demostraron la insuficiencia de la dualidad primitiva
de instintos del yo e instintos sexuales. Una parte de los instintos del yo quedaba
reconocida como libidinosa. En el yo actuaban —al mismo tiempo que otros—
los instintos sexuales pero tal nuevo descubrimiento no invalidaba en absoluto
nuestra antigua fórmula de que la psiconeurosis reposa en un conflicto entre los
instintos del yo y los instintos sexuales. Mas la diferencia entre ambas especies
de instintos, que primitivamente se creía indeterminadamente cualitativa, debía
considerarse ahora de otra manera; esto es, como tópica."
[El sadismo como Instinto de Muerte.]:
"Hemos partido de la antítesis de instintos de vida e instintos de muerte.
El amor objetal mismo nos muestra una segunda polarización de este género:
la de amor (ternura) y odio (agresión). Sería muy conveniente poder relacionar
entre sí estas dos polarizaciones, reduciéndolas a una sola. Desde un principio
hemos admitido en el instinto sexual un componente sádico, que, como ya
sabemos, puede lograr una total independencia y dominar, en calidad de
perversión, el total impulso sexual de la persona. Este componente sádico
aparece asimismo como instinto parcial, dominante en las por mí denominadas
«organizaciones pregenitales». Mas ¿cómo derivar el instinto sádico dirigido
al daño del objeto, del «eros», conservador de la vida? La hipótesis más admisible
es la de que este sadismo es realmente un instinto de muerte, que fue expulsado
del yo por el influjo de la libido naciente; de modo que no aparece sino en el objeto.
Este instinto sádico entraría, pues, al servicio de la fusión sexual, pasando su
actuación por diversos grados. En el estadio oral de la organización de la libido
coincide aún el apoderamiento erótico con la destrucción del objeto; pasado tal
estadio es cuando tiene lugar la expulsión del instinto sádico, el cual toma por
último al sobrevenir la primacía genital, y en interés de la procreación, la función
de dominar al objeto sexual; pero tan sólo hasta el punto necesario para la ejecución
del acto sexual. Pudiera decirse que al sadismo, expulsado del yo, le ha sido marcado
el camino por los componentes libidinosos del instinto sexual, los cuales tienden
luego hacia el objeto. Donde el sadismo primitivo no experimenta una mitigación
y una fusión, queda establecida la conocida ambivalencia amor‐odio de la vida erótica."
[El individuo, tensiones químicas.]:
Mas retornemos a los instintos sexuales, conservadores de la vida.
En la investigación de los protozoarios hemos visto ya que la difusión de dos
individuos sin división subsiguiente, la cópula actúa sobre ambos; que se
separan poco después, fortificándolos y rejuveneciéndolos (Lispchütz, 1914).
En las siguientes generaciones no muestran fenómenos degenerativos alguno,
y parecen capacitados para resistir por más tiempo los daños de su propio
metabolismo. A mi juicio, puede esta observación ser tomada como modelo para
el efecto de la cópula sexual. Mas ¿de qué modo logra la fusión de dos células
poco diferenciadas tal renovación de la vida? El experimento que sustituye
la cópula de los protozoarios por la actuación de excitaciones químicas, y
hasta mecánicas, permite una segura respuesta: ello sucede por la afluencia
de nuevas magnitudes de excitación. Esto es favorable a la hipótesis de que el
proceso de la vida del individuo conduce, obedeciendo a causas internas, a la
nivelación de las tensiones químicas; esto es, a la muerte, mientras que la unión
con una sustancia animada, individualmente diferente, eleva dichas tensiones y
aporta, por decirlo así, nuevas diferencias vitales, que tienen luego que ser agotadas
viviéndolas. El haber reconocido la tendencia dominante de la vida psíquica, y quizá
también de la vida nerviosa, la aspiración a aminorar, mantener constante o hacer
cesar la tensión de las excitaciones internas (el principio de nirvana, según
expresión de Bárbara Low), tal y como dicha aspiración se manifiesta en el
principio del placer, es uno de los más importantes motivos para creer en la
existencia de instintos de muerte."
[División, retorno al estado de origen y muerte.]:
[Los tres sexos del origen.]:
[El instinto de reunión de la materia inanimada.]:
"Esta hipótesis deriva un
instinto de la necesidad de reconstituir un estado anterior.
Me refiero, naturalmente, a la teoría que Platón hace desarrollar a Aristófanes
en el Symposion, y que no trata sólo de la génesis del instinto sexual, sino
también de su más importante variación con respecto al objeto.
«La naturaleza humana era al principio muy diferente.
Primitivamente hubo tres sexos; tres y no dos,
como hoy en día;
junto al masculino y al femenino vivía un tercer sexo,
que participaba en igual medida que los otros dos…»
Todo en estos seres humanos era doble; tenían cuatro pies, cuatro manos,
dos rostros, genitales dobles, etc. Mas Júpiter se decidió un día a dividir a
cada uno de ellos en dos partes, «como suelen partirse las peras para cocerlas».
«Cuando de este modo quedó dividida en dos toda la Naturaleza, apareció en
cada hombre el deseo de reunirse a su otra mitad propia, y ambas mitades
se abrazaron, entretejieron sus cuerpos y quisieron formar un solo ser…».
¿Deberemos acaso, siguiendo a los filósofos poetas arriesgar la hipótesis
de que la sustancia viva sufrió al ser animada una fragmentación en
pequeñas partículas, que desde entonces aspiran a reunirse de nuevo
por medio de los instintos sexuales? ¿Y que estos instintos, en los cuales
se continúa la afinidad química de la materia inanimada, van venciendo
poco a poco, pasando primero por el reino de los protozoarios, aquellas
dificultades que a esta tendencia opone lo circundante, cargado de
excitaciones que ponen en peligro la vida y los obligan a la formación de una
capa cortical protectora? ¿Y que —por último— tales fragmentos de sustancia
viva alcanzan de este modo la multicelularidad y transfieren, en fin, en gran
concentración el instinto de reunión a las células germinativas?"
Nota de 1921. Al profesor Heinrich Gomperz (Viena) debo las indicaciones
que siguen sobre la procedencia del mito platónico, y que transcribo en parte
textualmente. Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que la misma
teoría se encuentra ya, en esencia, en los Upanishadas.
En el BrihadAranyaka‐Upanishad, I. c, A (Deusen 60 Upanishaden des Veda,
página 303), en el que se describe el nacimiento del mundo surgiendo del Atman
(el mismo [das Selbst], o el yo), se lee:
«Pero él (el Atman) no tenía tampoco alegría; por esto no se tiene alegría
cuando se está solo. Entonces deseó un compañero. Pues él era del tamaño
de un hombre y una mujer juntos cuando se tienen abrazados. Este su mismo
lo dividió él en dos partes y de ellas surgieron el esposo y la esposa. Por esta razón
es este cuerpo una mitad del mismo. Así lo ha declarado Tajnavalka. Y este espacio
vacío es llenado aquí por la mujer.» El Brihad‐Aranyaka‐Upanishad es el más
antiguo de todos los Upanishadas, y todo investigador digno de crédito le atribuye
una fecha anterior al año 800 antes de J. C. La cuestión de si es o no posible que la
teoría de Platón dependía —de todos modos, muy mediatamente— de estos
pensamientos indios, no es cosa que, en contra de la opinión general, quisiera yo
negar decididamente, dado que tal posibilidad no puede ser tampoco rechazada
para la teoría de la transmigración de las almas. Tal dependencia, facilitada en
primer lugar por los pitagóricos, no restaría importancia alguna a la coincidencia
de pensamientos, dado que Platón no se hubiera apropiado, ni mucho menos
reproducido en un lugar tan importante, tal historia, llegada a él por la tradición
india, si no hubiera considerado que encerraba una verdad.
En un trabajo de K. Ziegler (Menschen und Weltenwerden, en Neue Jahrbücher
für das Klassische Alrertum, Bd. 31, Sonderabdruck, 1913) se relaciona esta idea
de Platón con anteriores concepciones babilónicas."
[El carácter regresivo de los instintos.]:
"No niego que el tercer paso que aquí doy en la teoría de los instintos
no puede aspirar a la misma seguridad que los dos que le precedieron:
la extensión del concepto de la sexualidad y el establecimiento
del narcisismo. Estas innovaciones constituían una traducción directa
de la observación a la teoría, traducción en la que no existían más fuentes
de errores que las puramente inevitables en estos casos. La afirmación del
carácter regresivo de los instintos reposa ciertamente en material observado:
en los hechos de la obsesión de repetición."
[Psicología, lenguaje figurado.]:
"Esto procede de que nos hallamos obligados a trabajar con los términos
científicos; esto es, con el idioma figurado de la Psicología. Si no, no podríamos
descubrir los procesos correspondientes; ni siquiera los habríamos percibido.
Los defectos de nuestra descripción desaparecerían con seguridad si en lugar
de los términos psicológicos pudiéramos emplear los fisiológicos o los químicos.
Estos pertenecen también ciertamente a un lenguaje figurado, pero que nos es
conocido desde hace mucho más tiempo, y es quizá más sencillo."
"40. Agregamos aquí algunas palabras como aclaración a nuestra terminología,que en el curso de estas discusiones ha experimentado un determinado desarrollo.Lo que son los «instintos sexuales» lo sabíamos ya por su relación con los sexos
y la función reproductora. Conservamos después este nombre cuando los
resultados del psicoanálisis nos obligaron a hacer menos estrecha su relación
con la procreación. Con el establecimiento de la libido narcisista y la extensión
del concepto de la libido a la célula aislada se convirtió nuestro instinto sexual
en el «Eros», que intenta aproximar y mantener reunidas las partes de la sustancia
animada, y los llamados generalmente instintos sexuales aparecieron como la
parte de este «Eros» dirigida hacia el objeto. La especulación hace actuar al
«Eros», desde el principio mismo de la vida, como «instinto de vida», opuesto
al «instinto de muerte» surgido por la animación de lo anorgánico e intenta
resolver el misterio de la vida por la hipótesis de estos dos instintos que desde
el principio luchan entre sí. [Adición de 1921. No es tan fácil seguir la transformación
sufrida por el concepto de «instintos del yo». Al principio, denominábamos todas
aquellas direcciones instintivas, poco conocidas por nosotros, que se dejaban
separar de los instintos sexuales dirigidos hacia el objeto, y oponíamos los
instintos del yo a los instintos sexuales, cuya manifestación es la libido.
Más tarde nos acercamos más al análisis del yo y vimos que también una
parte de los instintos del yo es de naturaleza libidinosa y ha tomado como
objeto al propio yo. Estos instintos narcisistas de conservación tenían, pues,
que ser agregados a los instintos sexuales libidinosos.
[Los instintos del Yo.]:
La antítesis entre instintos del yo e instintos sexuales se transformó en la de
instintos del yo e instintos del objeto, ambos de naturaleza libidinosa.
En su lugar apareció otra entre instintos libidinosos (instintos del yo y del objeto)
y los demás que pueden estatuirse en el yo y constituir quizá los instintos de
destrucción. La especulación transforma esta antítesis en los instintos de la vida
(Eros) e instintos de muerte.] "
[Principio del Placer al servicio de los instintos de muerte.]:
"Es también harto extraño que los instintos de vida sean los que con mayor
intensidad registra nuestra percepción interna, dado que aparecen como
perturbadores y traen incesantemente consigo tensiones cuya descarga es
sentida como placer, mientras que los instintos de muerte parecen efectuar
silenciosamente su labor. El principio del placer parece hallarse al servicio
de los instintos de muerte, aunque también vigile a las excitaciones exteriores,
que son consideradas como un peligro por las dos especies de instintos, pero
especialmente a las elevaciones de excitación procedentes del interior, que
tienden a dificultar la labor vital. Con este punto se enlazan otros numerosos
problemas cuya solución no es por ahora posible."
Freud Más allá del Principio del Placer
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