Jung: "me sobrecogió una alucinación"
domingo, diciembre 29, 2013
"En octubre, cuando me hallaba solo de viaje,
me sobrecogió una alucinación:
vi una espantosa inundación que cubría todos los países nórdicos y bajo el nivel
del mar entre el mar del Norte y los Alpes. La inundación comprendía desde
Inglaterra hasta Rusia y desde las costas del mar del Norte hasta casi tocar los
Alpes. Cuando llegó a Suiza vi cómo las montañas crecían más y más, como
para proteger a nuestro país. Tenía lugar una terrible catástrofe. Veía la enorme
ola amarilla, los restos flotantes de la obra de la cultura y la muerte de incontables
miles de personas. Entonces el mar se trocó en sangre. Esta alucinación duró
aproximadamente una hora, me confundió y me hizo sentir mal. Me avergoncé
de mi debilidad."
"Pasaron dos semanas y la alucinación volvió a presentarse bajo las mismas
circunstancias, sólo que la transformación en sangre era todavía más terrible.
Oí una voz interna: «Míralo, es completamente real y así será; de esto no hay duda.» "
"En el invierno siguiente alguien me preguntó qué pensaba acerca de los futuros
acontecimientos del mundo. Dije que no pensaban nada, pero vía torrentes de
sangre. La alucinación no me dejaba tranquilo."
"Me pregunté si las visiones aludían a una revolución, pero no podía acabar de
creérmelo. Así pues, saqué la conclusión de que tenía algo que ver conmigo
mismo y supuse que estaba amenazado por una psicosis. La idea de la guerra
no se me ocurrió."
"A través de esto desapareció un incesante torrente de fantasías e hice todo lo
posible por no perder mi orientación y hallar mi camino. Me encontraba
desamparado en un mundo extraño y todo me parecía difícil e incomprensible.
Vivía constantemente en intensa tensión y me sucedía a menudo como si
cayeran sobre mí enormes piedras. Una tormenta desencadenaba otra. Que
pudiera soportarlo era una cuestión de fuerza bruta. Otros se estrellaron aquí.
Nietzsche y también Hölderlin, y muchos otros. Pero había en mí una fuerza
demoníaca y desde un principio estaba claro para mí que debía hallar el sentido
de lo que experimentaba en las fantasías. La sensación de estar sometido a una
voluntad superior, cuando hacía frente a las embestidas del inconsciente, era
innegable y conservó siempre un carácter determinante para cumplir las tareas.
Me sentía muchas veces tan inquieto que debía dominar mis emociones
mediante ejercicios de yoga."
"No me quedaban más recursos que anotarlo todo en el mismo estilo elegido
por el inconsciente. A veces era como si lo percibiese con mis propios oídos.
A veces lo sentía en mi boca, como si mi lengua estuviera formulando las
palabras, e incluso me sucedió que me oía a mí mismo murmurando palabras.
Bajo el umbral de la consciencia todo era vivo."
"Fue en la época de adviento del año 1913 cuando me decidí a realizar el primer
paso (12 de diciembre). Estaba sentado ante mi escritorio y meditaba una vez
más sobre mis temores y me abandoné. Me ocurrió como si el suelo cediera
literalmente bajo mis pies, y como si cayese en un oscuro abismo. No podía
reprimir en mí una sensación de pánico. Pero de pronto y no a demasiada
profundidad, me sentí sofocado y débil sobre mis pies, con lo que experimenté
una gran alivio. Sin embargo, me hallaba en una oscuridad, que ahora parecía
un profundo crepúsculo. Ante mí se hallaba la entrada a una cueva más oscura
todavía; allí había un gnomo. Me pareció que era de cuero, como si estuviera
momificado. Me apresuré a pasar delante suyo a través de la estrecha entrada y
vadeé unas aguas heladas que me llegaban a la rodilla hasta el otro extremo de la
caverna. Allí se encontraba sobre una roca un cristal rojo y resplandeciente. Tomé
la piedra, la levanté y descubrí que bajo ella había una cavidad. En un principio no
podía reconocer nada, pero finalmente en el fondo descubrí una corriente de agua.
Un cadáver pasó flotando, un muchacho de rubios cabellos, herido en la cabeza.
Le seguía un enorme escarabajo negro y entonces apareció, emergiendo del fondo
de las aguas, un sol rojo recién salido. Cegado por la luz quise colocar nuevamente
la piedra en la abertura, pero se precipitó un líquido a través de la misma. ¡Era sangre!
Un grueso chorro saltó y sentí náuseas. El flujo de sangre continuó durante un tiempo
insoportablemente largo para mí. Finalmente se extinguió y con ello finalizó la visión."
"La agitación interior fue aumentando hasta el terrible instante en que la voz dijo:
«¡Si no comprendes el sueño tendrás que disparar sobre ti!»
En mi mesita de noche había un revólver cargado y sentí miedo. Entonces volví a
meditar y de pronto comprendí el sentido del sueño: «¡Éste es el problema que se le
plantea al mundo!» Sigfrido representa lo que los alemanes quisieran realizar,
a saber: imponer heroicamente su propia voluntad. «¡Donde hay una voluntad
se encuentra un camino!» Lo mismo quería yo. Pero ahora ya no era posible.
El sueño mostraba que la actitud que se encarnaba por medio de Sigfrido, el
héroe, ya no se adecuaba más a mí. Por ello él tenía que ser asesinado."
"Para captar las fantasías me representé muchas veces una pendiente. Una
vez, para llegar a las profundidades, fueron necesarios muchos intentos. La
primera vez alcancé, por así decirlo, una profundidad de trescientos metros;
la siguiente fue ya una profundidad cósmica. Era como un viaje a la luna, o
como un descenso al vacío. En primer lugar se presentó la imagen de un cráter
y tuve la sensación de estar en el país de los muertos. Al pie de una peña divisé
dos figuras, un anciano con barba blanca y una hermosa chiquilla. Hice acopio
de todo mi valor y fui a su encuentro como si fuesen hombres auténticos.
Atentamente escuché lo que me dijeron. El anciano explicaba que era Elias y ello
me produjo un shock. ¡La muchacha me desconcertó aún más, pues se llamaba
Salomé! Era ciega. ¡Qué extraña paradoja: Salomé y Elias! Elias aseguraba que él
y Salomé se pertenecían mutuamente desde la eternidad y ello me confundió
totalmente. Con ellos vivía una serpiente negra que manifestó visible inclinación
hacia mí. Me dirigí a Elias porque parecía ser el más sensato de los tres y parecía
disfrutar de buena inteligencia. Frente a Salomé sentía desconfianza. Elias y yo
tuvimos una larga conversación, cuyo sentido yo no podía captar."
"Dado que no comprendía la imagen del sueño, la pinté para hacérmela más
comprensible. En los días en que me ocupaba de esto encontré a orillas del lago
de mi jardín ¡un alción muerto! Me sentí como alcanzado por un rayo. Sólo muy
excepcionalmente se encuentran alciones en las cercanías de Zurich. Por ello me
afectó tanto esta coincidencia aparentemente casual. El cadáver era todavía
fresco, como máximo de dos o tres días, y no presentaba ninguna herida exterior."
"Filemón y otras figuras de la fantasía me llevaron al convencimiento de que
existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas
y tienen su propia vida. Filemón representaba una fuerza que no era yo. Tuve
con él conversaciones imaginarias y él hablaba de cosas que yo no había
imaginado saberlas. Me di cuenta de que era él quien hablaba, y no yo. Él me
explicaba que yo me comportaba con mis ideas como si las hubiera creado yo
mismo, mientras que, en su opinión, estas ideas poseían su propia vida como
los animales en el bosque o los hombres en una habitación, o los pájaros en el
aire: «Si ves hombres en una habitación, no se te ocurriría decir que los has
hecho o que eres responsable de ellos», me explicó. Así iba yo familiarizando
paulatinamente con la objetividad psíquica, la «realidad del alma»."
"A través de las conversaciones con Filemón se me hizo patente la diferencia
entre yo y mi objeto ideológico. También él se me presentaba objetivamente,
por así decirlo, y comprendí que hay algo en mí, que puede expresar cosas que
yo no sé, ni sospecho, cosas que, quizás, vayan dirigidas incluso contra mí."
"Desde el punto de vista psicológico, Filemón representaba una actitud de
superioridad. Era para mí una figura misteriosa. A veces se me aparecía de
un modo casi real. Me paseaba con él por el jardín, y era para mí lo que los
indios definen como gurú."
"Cada vez que se perfilaba una nueva personificación experimentaba yo casi
un fracaso personal. Ello significaba: «¡Y entretanto tampoco sabías tú esto!»
y me invadía el miedo de que quizás la serie de tales figuras era infinita y pudiera
perderme en los abismos de la ilimitada ignorancia. Mi yo se sentía rebajado de
valor, a pesar de que los numerosos éxitos externos podían hacerme sentir un
«privilegiado». Entonces no deseaba en mis tinieblas (Hórridas nostrae mentis
purga tenebras, dice la Aurora Consurgens) nada mejor que un concreto y
verdadero gurú, una sabiduría y un poder supremos que me desenmarañasen
las espontáneas creaciones de mi fantasía. Esta tarea la emprendió Filemón,
a quien, en este aspecto, nolens volens, tuve que reconocer como maestro del
alma. De hecho, me transmitió pensamientos inspirados."
"Posteriormente Filemón quedó condicionado a otra figura que se presentó y
a la que designé por Ka. En el antiguo Egipto imperaba el «Ka del rey» como su
forma terrena, como el alma de la forma. En mi imaginación, el «alma de Ka»
provenía de abajo, de la tierra, como de un pozo profundo. Lo pinté en su forma
terrena, como una columna de Hermes, cuyo zócalo era de piedra y su capitel
de bronce. En lo más alto del cuadro aparece un ala de alción, y entre él y la
cabeza del Ka se extiende una redonda y luminosa galaxia. La expresión del Ka
tenía algo diabólico, podría decirse mefistofélico. En la mano sostenía un objeto,
parecido a una pagoda coloreada o un relicario y en la otra una pluma con la que
trabajaba, decía de sí mismo: «Yo soy el que sepulta a los dioses en oro y
piedras preciosas.» "
"Filemón tiene un pie paralizado, pero es un espíritu alado, mientras que Ka
representa una especie de demonio terrestre o metálico. Filemón es el aspecto
espiritual, «el sentido»; Ka, por el contrario, un espíritu de la naturaleza como el
antroparion de la alquimia griega, que por cierto entonces no conocía yo todavía.
Ka es el que realmente lo hace todo, pero que oculta el espíritu del alción, el
sentido, o lo sustituye por la belleza, el «eterno destello». Con el tiempo pude
integrar ambas figuras. A ello me ayudó el sentido de la alquimia."
"Mientras anotaba mis fantasías, me pregunté una vez: «¿Qué hago realmente?
Seguro que no tiene nada que ver con la ciencia. Entonces, ¿qué es?»
Entonces una voz me dijo a mí:
«Es arte.» Quedé muy asombrado, pues no se me había ocurrido que mis fantasías
tuvieran algo que ver con el arte, pero me dijo: «Quizás mi inconsciente ha
adoptado una personalidad que no soy yo y que desea tener ocasión de manifestar
sus propias oposiciones.» Sabía que la voz provenía de una mujer y
reconocí en ella la voz de una paciente, una psicópata muy inteligente
que tenía gran confianza en mí.
Había llegado a ser una forma viviente en mi interior."
"Con firmeza y lleno de reticencia expliqué a la voz que mis fantasías
no tenían nada que ver con el arte. Entonces calló ella y yo continué
escribiendo. Luego vino el siguiente ataque; la misma afirmación: «Esto es arte.»
Nuevamente protesté: «No, no lo es. Por el contrario, es naturaleza.» Esperaba
nuevas réplicas y discusiones, pero como no ocurrió nada, pensé que
la «mujer en mí»
no poseía ningún centro del habla y le propuse servirse de mi lenguaje.
Aceptó la propuesta y expuso su punto de vista en una larga parrafada."
"Me interesaba extraordinariamente que una mujer de mi interior se mezclara
en mis ideas.
Probablemente, así lo pensé, se trataba del «alma» en el sentido primitivo y me
pregunté por qué el alma se define como «ánima». ¿Por qué se representaba
como femenina? Posteriormente vi que la figura femenina que yo me
representaba se trataba de una figura típica o arquetípica en el inconsciente
del hombre, y la definí como «ánima». La figura respectiva inconsciente de la
mujer la llamé «animus»."
"En un principio era el aspecto negativo del ánima lo que me impresionó.
Sentía timidez ante ella, como ante una presencia invisible. Luego intenté
relacionarme con ella de otro modo y consideré las manifestaciones de mi
fantasía como cartas a ella dirigidas. Escribí, por así decirlo, a una parte de
mí mismo, que mantenía otro punto de vista distinto al de mi consciencia, y
obtuve respuestas sorprendentes e inusitadas. ¡Me sentí como un paciente
analizado por un espíritu femenino! Cada noche hacía mis esquemas, pues,
pensaba:
si no escribo al ánima no podrá captar mis fantasías.
Sin embargo existía otra razón para mi escrupulosidad:
lo escrito al ánima no podía variarlo,
de ello no podía tramar intriga alguna. En este aspecto se puede establecer
una profunda diferencia sobre si se trata de contar algo o si realmente se toma
nota de algo. En mis «cartas» intentaba yo ser lo más sincero posible, según
el refrán griego: «Despréndete de lo que posees y recibirás.» Sólo paulatinamente
aprendí a distinguir entre mis ideas y los argumentos de la voz. Así, por ejemplo,
cuando quería desviarme hacia cuestiones banales yo decía: «Esto está bien,
ya lo he experimentado y pensado antes. Pero no estoy obligado a estar
expuesto a esto hasta el fin de mis días. ¿Para qué esta humillación?»"
"En realidad la paciente, cuya voz hablaba en mí,
ejercía una influencia funesta sobre los hombres.
Había logrado persuadir a un colega mío de que era un artista incomprendido.
Él así lo había creído y se desanimó por ello. ¿La causa de este fracaso? Este
hombre vivía no de su propio reconocimiento, sino del de los demás. Esto es
peligroso. Ello le produjo inseguridad y lo dejó a merced de las insinuaciones
del ánima; pues lo que ella dice posee muchas veces una fuerza tentadora
y una astucia profunda."
"Pero el ánima tiene también un aspecto positivo. Es la que facilita a la
consciencia las imágenes del inconsciente y ante todo de ello se trataba
en mí. Durante décadas me dirigí siempre al ánima cuando sentía que mi
afectividad estaba alterada y me encontraba sumido en la inquietud. Entonces
siempre hallaba algo en el inconsciente. En tales instantes preguntaba al ánima:
«¿Qué vuelves a tener ahora? ¿Qué ves? ¡Quiero saberlo!» Tras ciertas
resistencias, me proyectaba ella normalmente la imagen que veía. Tan pronto
como emergía la imagen desaparecía la desazón o la opresión. Toda la energía
de mis emociones se convertía en interés y curiosidad por su contenido. Entonces
hablaba con el ánima de las imágenes; pues debía comprender lo mejor posible
estas imágenes, al igual que los sueños. Hoy ya no necesito más conversar con
el ánima, pues ya no experimento tales emociones."
Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos
.
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