Derrida Sócrates no escribió nada Platón

miércoles, diciembre 18, 2013





"Me volviste a hablar de tu “determinación”, ¿qué significa eso?
La “determinación” es el límite -y para empezar del placer
(del Filebo a Más allá...), lo que ata la energía;
la determinación identifica, decide, define, marca los contornos,
y además es la destinación (Bestimmung, si quiere uno llamarse así),
y la ley ..."



"Entonces, había olvidado un pasaje de la Carta II de Platón,
a pesar de haberla citado, ampliamente, al final de la PP, y lo encuentro ahora
mismo. Tenía ganas de releer esas Cartas pensando en que describiré tal vez
Socrates and Plato para introducir el Legs de Freud. Ahora bien, aquí tienes,
lo copio para ti (la traducción directamente, ni modo):

“Reflexiona pues al respecto y cuida de no tener que arrepentirte algún día de lo que
pudieses dejar hoy divulgarse indignamente. El mayor rescate consistirá en no escribir
[¡bastantes veces te lo he repetido!] sino en aprender de memoria, pues resulta
imposible que los escritos no terminen por pertenecer al dominio público.

Por ende, jamás de los jamases he escrito yo en torno a esas cuestiones.

No hay obra de Platón y no la habrá.

Lo que ahora se designa con ese nombre es de Sócrates durante sus años mozos.

Adiós y obedéceme. En cuanto hayas leído y releído esta carta, quémala. Basta ya…”



"Lo que más me impresionó esta mañana, es que p. escriba en una carta
(destinada a ser quemada a petición suya)

que fue S. el que lo escribió todo.

¿Quiere o no quiere que eso se sepa? Ahora bien, en su carta a D., pone de hecho
en escena la obra que figura en nuestro “frontispiece”. Plato muestra a Socrates
(muestra a Socrates y quizá muestra un tercero a Socrates), señala con el dedo
a Sócrates escribiendo. Y mozo, como se dice en la Carta, más joven que Plato,
y más apuesto, y más grande, su hijo mayor, su abuelo o su nieto mayor, his
grandson.

Y como Platón escribe, sin escribir, sin querer que se conserve huella, como escribe,

sin escribir, que Sócrates, que según eso nunca escribió nada,

en realidad habrá escrito, sépase (o no) y habrá escrito lo que él habrá escrito

(pero ¿él quién?), puedes tratar de remitir la herencia a su destinatario. Es cierto que
Platón aclara: habla del corpus de las obras compuestas (syngramma).
Así, podría haber excluido las cartas, esa Carta, por supuesto."



"Eso no impide que desde Platón, escribiéndole a Dioniso para decirle que Sócrates,
el joven, lo había escrito todo, a Freud cuya correspondencia se funde en su propio
corpus, en su “causa” misma, con todo lo que queda en pie en su institución
teórico-práctica (y sobre todo la correspondencia secreta sobre la que escribo
en este momento), desde Platón hasta Freud hay carta. Es el mismo mundo, la
misma época, y la historia de la filosofía, como la literatura, cuenta con la carta,
esencialmente, aunque la deje al margen, aunque en ocasiones finja considerarla
como un género secundario."


"Sophie y su séquito, Ernst, Heinde, yo mismo y compañía le dictamos a Freud
que le dicta a Platón que le dicta a Sócrates, y este mismo, leyendo hasta el último
(pues él es quien me lee, como puedes verlo aquí, ves lo que se escribe en su tarjeta
en el sitio que él raspa, es para él para quien se escribe aquello que dentro de un rato
firmará), seguirá remitiendo al destinatario."


"... inclusive el pensamiento de la historia del ser como dispensación, ..."


"Pues ordenar las diferentes épocas, etapas, determinaciones, en suma,

toda la historia del ser, según la destinación del ser,

constituye tal vez el engaño postal más inaudito."


"... por supuesto, es a Sócrates a quien me dirijo en este preciso momento..."


"No utilizo el idioma de todos, el idioma del saber, para adornarme o para sentar
mi imperio, sólo para borrar todos los trazos, neutralizar todos los códigos y, sabes,
creo que podría manipular todos los códigos, todos los teclados, todos los géneros
(me da asco), hablar adoptando todos los tonos -y eso me angustia, y la comedia
me parece dispuesta a apoderarse de cada palabra en todo momento,
entonces me callo, ..."



"Lo que todavía no acepto es la divulgación, por llamarlo de alguna manera.
Lo que de divulgación cabe aún en la menor publicación, la más reservada,
la más neutra, me sigue pareciendo inadmisible, injustificable -sobre todo
r-i-d-í-c-u-lo, cómico a priori. No condenable, sino perteneciente a priori
al género cómico. Hay alguien dentro de mí que mata de una carcajada a
cualquiera que parezca juzgar necesario, oportuno, importante decir lo que piensa,
siente, vive o lo que tú quieras. Por supuesto que yo no escapo a esa matanza.
¿En nombre de qué, en nombre de quién publicar, divulgar -y escribir para empezar,
puesto que equivale a lo mismo? He publicado mucho pero hay alguien dentro de mí,
no sé bien cómo identificarlo, que sigue esperando no haberlo hecho nunca.
Y cree que en todo lo que he dejado pasar, partir, existe un dispositivo muy eficaz
para anular la exposición.

Escribo ocultando toda divulgación posible

de aquello mismo que parece estar siendo publicado. Porque, dime, ¿cuál es
finalmente el imperativo? ¿Con miras a quién, ante quién aceptar divulgar?"


"... así como mis declaraciones en torno a la imposibilidad para un destinatario
único de identificarse jamás, y por ende la destinación.
Por ende ni una respuesta o una responsabilidad."


"Dan miedo y tienen miedo. Los aterra su propia conjura. Miedo de nosotros,
uno de otro. El diablo, son ellos, él, la pareja Platón/Sócrates, divisible e indivisible,
su interminable partición, el contrato que los ata a nosotros hasta el fin de los
tiempos. Tú estás allá, mira la escena, toma su lugar,

S. firma el contrato que p.
le dicta tras una noche en vela con la que puedes hacer lo que quieras,

le vende o le alquila su demonio

y el otro a cambio se compromete mediante sus libros,

sus cartas, and so on, remítase al destinatario. Y así, sin el menor saber predicen
el porvenir, como los reyes. No, no lo predicen, lo preforman, y es una revista
ilustrada, una revista que podrás comprar en todos los puestos de periódicos,
en todas las bibliotecas de estación mientras siga habiendo trenes y periódicos.
Siempre habrá nuevos episodios. Un performativo ilustrado que ya nunca acaba.
Siempre quedaré pasmado por ese par de conspiradores,

uno que raspa y finge escribir en lugar del otro que escribe y finge raspar.

Invirtiendo un enorme capital de moneda falsa, elaboran los planos de una
gigantesca red de carreteras, con relevos de airbus o de trenes con literas y
vagones para automóviles (coches camas sobre todo, ah sí, wagons-lits, por
doquier los lees al dormir, lees “agencia Cook” de Oxford a Atenas y de regreso,
vía aquella habitación, aquel otro coche cama donde Ernst juega con un carrete
y Sigmund sueña con trenes), un sistema de telecomunicaciones totalmente
computarizado, edecanes en uniforme por doquier. Sea cual sea el trayecto que
tomes (lo tomas pero no te lo dan), y en cuanto abres la boca, y aun cuando la
cierras, es preciso pasar por ellos, detenerse en el peaje o pagar un impuesto.

Han muerto, esos dos perros,

pero siguen cobrando en caja, reinvierten, extienden su imperio

haciendo gala de una arrogancia

que nunca les será perdonada. No ellos, ellos han muerto, es su fantasma el que
vuelve por las tardes a hacer cuentas, en su nombre. Es su nombre el que vuelve
(“los nombres son aparecidos”) y por supuesto nunca sabrás, cuando pronuncio
o escribo el nombre de esos dos perros, si hablo de ellos o de sus nombres."


"Au-to-má-ti-ca-men-te. Diga lo que diga, haga lo que haga, tengo que pegarme

un timbre a la efigie de ese par diabólico,

de esos compinches inolvidables,

esos dos pacientes impostores.

Una pequeña viñeta con la pareja real, basileica, estéril pero infinita en su
progenitura ideal. Cínicamente, sin un centavo, emitieron un timbre universal.
Postal y fiscal, fingiendo adelantar fondos. Y en el timbre, los vemos a ambos,
uno ante el otro, dibujando un timbre y firmando el original. Y se exhiben.
En un inmenso póster, un inmenso poster. Esto es un timbre. Firmaron nuestro
reconocimiento de deuda y ya no podemos no reconocerla."


"... ese viejo par de abuelos barbudos, esos falsificadores empedernidos

que nos acosan de noche con sus discursos acerca de la verdad, los phantasmata
y los logoi, y el placer y el más allá del placer, y la política, y la tiranía, y el primero
y el segundo, y luego Eros.

Nunca les dieron fe.

No se lo pensaron dos veces. Y aquí nos tienes, a sus órdenes, siguiendo su programa."




LA TARJETA POSTAL De Sócrates a Freud y más allá

Jacques Derrida

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